Tuesday, March 23, 2010

HONESTIDAD, PALABRA SOLITARIA.

Este es un pequeño y gran detalle que me recordó hoy Billy Joel, que quiero compartir con quien se atreva a leer lo que escribo. Me refiero a las personas que buscan sinceridad y detestan a la hipocresía tanto como no soportan a la gente ficticia. A ellas me refería hoy en un capítulo de un libro que escribo, mientras algo inefable me guía la mano. Les adjudicaba el calificativo de latosas porque donde quiera que vayan se dedican a “dar la lata” y por el efecto “espejismo” acompañado de un pendejismo absoluto, llegan a creer que es otro el latoso y no ellas. Esto es lo que escribí en un asterisco que aclara la frase “dar la lata”:


La expresión “dar la lata” no es sólo una expresión como el “yo pienso” que usan algunas personas, en lugar de: “me estoy exprimiendo el garbanzo”. Eso no lo sabe la persona que “da la lata” pero lo sufre quien “recibe la lata”. Para que mejor se entienda, sobre todo por los “latosos”; defino a esta “lata” de la que escribo como esos temas  banales e insípidos; a los que el corazón no presta la más mínima atención porque no lo conmueven. Los ejemplos son innumerables pero sólo por nombrar algunos voy a citar a: los sermones de iglesia y callejeros, las pláticas sobre el coito y sus posiciones, y todas las cuestiones donde prima el poder mundano, el dinero y el ser humano toma un papel secundario o de pacotilla. Dentro de estas últimas disertaciones vacías y repugnantes, incluyo las charlas donde se alaba el victimismo y se recrimina al valor para hacernos responsables de cada uno de nuestros actos, y de sus consecuencias también. Y no deben faltar los comentarios especulativos que se arrogan el derecho de, ignorando totalmente que el amor sólo se siente; opinar que aquel no ama realmente a su compañera a pesar de que ella, es una bruja neurasténica o que aquella otra en lugar de amar a otra como ella; lo que hace es únicamente  experimentar nuevas sensaciones, antes de volver a la antigua rutina de fingir orgasmos y colocar el corazón en una bolsa con hielo (dizque para que se conserve sano). ¡Todo por mantener las apariencias!




  Esto les va a doler y mucho a los que se sientan identificados con un latoso (hembra o macho) pero, en el encabezado advertido está que este artículo es sobre la honestidad, así que ni siquiera puedo expresar el convencional lo siento mucho o el i am so sorry que acostumbran a expresar los ciudadanos de la Superpotencia (territorio donde se acuñan monedas y se imprimen papelitos que respaldan una riqueza virtual o ficticia). Es que los latosos además de deshonestos hasta con ellos mismos, son extremadamente suceptibles y prefieren a las personas compasivas y tolerantes que le “aguantan la lata” aunque por dentro desean mandarlos al carajo en caso de que quien preste oídos al latoso, sea nacido en Cuba. Aunque predican clemencia y paciencia, estos paradójicamente no saben de ambas más que el concepto. Si usted cree que un latoso guarda dentro de sí sentimientos humanos como los de compasión y  entereza, entonces haga algo por madurar y deje de escribirle carticas a Dios o Santa Claus. Si todavía juega a “las casitas” o al “dale al que no te dio” le aclaro, que en esos juegos no estaban incluídas: las relaciones sexuales, los hijos reales, el pago de una renta y predicar con el ejemplo.

 Por si algún latoso femenino o masculino está leyendo esto voy a ser breve, pues los latosos suelen ser también muy cotorros y cotorronamente hablan hasta por los codos, y detestan que los interrumpan en cambio, se adjudican el derecho a silenciar a cualquiera, aunque ese cualquiera no haya recibido de ellos algo que amerite aguantarles; lo que de niños no le permitían a sus padres. Para quien haya tenido la dicha infinita de no tener contacto con un latoso/a, indico que además de que no saben lo que hacen, por inconscientes supongo; de ellos no se puede esperar nada más que lo peor si es que para uno, lo peor es la ausencia de valores que califican al ser humano de entidad divina; por ser creada a imagen y semejanza de lo Supremo. Y sin más lo dejo con una canción sublime que en la voz de un magnífico cantante, como Billy Joel; reclama honestidad para que un corazón, en lugar de intentar entenderse con un garbanzo desequilibrado y pendejo; pueda danzar con otro corazón bajo un esplendor que enfoca a lo que brilla con luz propia, y por tanto no necesita usar abalorios.

 A los honestos que por consiguiente no son latosos los felicito, porque le hacen a los demás la vida atractiva y constituyen pilares sólidos sobre los cuales la existencia, permanece incólume. No puedo decir lo mismo de los que tratando de engañar a otros, sólo se engañan a sí mismos. Lo siento por ellos solamente porque, teniendo en cuenta que la existencia es un milagro; debe ser terrible no reconocerlo y encima de eso,  vivir de ilusiones para morir de desengaño.    

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