Wednesday, May 4, 2011

La Edad de Oro.

 De haberle tocado en suerte nacer en Cuba, es posible que este encabezamiento le traiga el recuerdo de una obra que José Martí, el apóstol cubano; escribió y dedicó a todos los niños de América. En la que les regala historias más apegadas a la realidad, que los cuentos de camino que les cuentan siempre, los que aderezan a su propia conveniencia hasta a los acontecimientos históricos. Como sucedió con lo del descubrimiento del continente, que se dice que estuvo a cargo de unos europeos como si los indígenas americanos, hubieran caído del cielo luego de que esos enfermizos trogloditas cegados por la codicia; se bajaran de las tales calaveras que traían como medio de transporte marítimo.

 Pero no es a esa famosa y recomendable obra infantil a la que deseo referirme en este artículo, así que cuando menciono a la Edad de Oro, en este caso apunto hacia un período en el que un ser humano respira en este mundo sin tener necesidad alguna de pervertir, la naturaleza divina del aliento que le permite existir en un cuerpo, por un breve lapso de la eternidad. Y le llamo, como tantos otros han hecho, Edad de Oro; porque no se parece a esa otra en la que se mete un niño que se anula a sí mismo con tal de llegar a ser alguien, que es una edad de cobre pero que en la superficie lleva un baño de ese material considerado: precioso.

 A esa edad de cobre se le conoce por infantilismo porque se convierte en un sistema tan obsoleto y decadente, como cualquier otro que considere al esclavismo como algo socialmente admisible, y como se trata de un período en que un ser humano cree ser todavía un niño o un adolescente que nada tiene que ver con la muerte; está lleno de las dificultades propias de no vivir apegados a la realidad. Los seres humanos (al menos lo aparentan), estancados en la edad de cobre, son los que inspiraron esa famosa frase: “Espera a que saque el cobre.”, que se aplica cuando alguien aparece expresando lindezas de un adefesio al que conoce perfectamente, la persona que hizo la clarividente advertencia.

 Si se entendió lo anterior, entonces resultará fácil comprender que la edad de oro, nada tiene que ver con esa arbitraria costumbre de celebrar cada 365 días la posibilidad de existir, por tanto es una ERA que puede permanecer con una persona a través de todos los cambios por los que pasa su morfología que es de esa persona, tan sólo una parte y no por casualidad, la parte que se queda para retornar al polvo. En dicha Edad de Oro, que tanto en común tiene con una criatura en esencia divina, un ser humano puede permanecer inmune a las miserias humanas simplemente porque SABE, los inconvenientes de USAR UNA VIDA QUE TERMINARÁ DE UN MOMENTO A OTRO, para sentirse miserable. Y el que crea que no lo sabe no es que no lo sepa, es que lo olvidó y con el hábito de sentirse miserable… ya prefiere ni acordarse.

 Me parece que con esto es suficiente para distinguir la diferencia entre la edad de oro y la edad de cobre. Ahora tan sólo queda aclararle a los indecisos que en la que ellos se empantanan, en la creencia de una superioridad que necesita ser confirmada continuamente porque no está nada segura; es en la edad de plata que no es ni la una ni la otra sino como una especie de limbo, en el que uno queda en tal estado de insensibilidad y apatía que tiene que echar mano de la “ingeniería inversa”, término que escuché en boca de alguien cuya autoridad está respaldada por la sabiduría y que trata acerca de pretender construir un sentimiento, a partir de un montón de palabras que conforman una idea que no es original, simplemente porque no brota de un corazón dispuesto, sinceramente; a celebrar la existencia.

 Como cada cual es dueño de su propia vida al menos, mientras que el aliento vital vivifique al vehículo de expresión de la Existencia; a cada cual le es dado vivir una Edad de Oro que no se vea perturbada por el insano placer de sentirse miserable, o por el ególatra disparate de creer en una superioridad que jamás ha existido ni existirá, entre uno y otro espécimen de Homo sapiens. Al expresar una evidencia irrefutable, no intento ofender a esos que comulgan con la involución del Ser, lo hago tan sólo porque sé lo que es vivir sin creencias y sé que precisamente por eso; es que nunca cometeré el disparate de confundir el placer de vivir la vida; con la posibilidad de desgraciarme la existencia. Y con eso tengo garantizada una gracia, que no le hará mucha gracia que digamos ni a los cobrizos ni a los plateados, pero que para mí lo significa absolutamente TODO.