Saturday, September 11, 2010

CUANDO LA CLARIDAD LLEGA, CHILLAN LAS RATAS.

Esto de ser todo lo claro que uno pueda no es una tarea fácil. Sobre todo si uno deseara que los demás, le quisieran tanto como uno pueda llegar a quererse a sí mismo. De ahí que a los niños se les haga tan difícil establecer una comunicación abierta y real, con los adultos que se han realizado la lobotomía parcial; sin necesidad de una intervención quirúrgica. Es de todos sabido, porque hasta las cacatúas y los pericos lo repiten continuamente; que los niños y los borrachos son capaces de sincerarse cuando la ocasión de demostrar el valor de la sencillez, lo propicia. Aunque debo aclarar que los niños lo hacen con la inocencia de la infancia y los borrachos con la astucia de una zorra.

 De modos que queda claro que a los niños la verdad no les pica ni les mortifica. Por eso no chillan cobardemente cuando la madre les dice no lo que quieren oír, sino lo que necesitan escuchar y no se traumatizan, cuando reciben unas nalgadas de uno u otro progenitor destinada a bajarle los humos que a los niños, a veces también se les suben. Estos humos se forman cuando la llama del amor se cubre con el tapete de la ignorancia, y el niño se confunde hasta llegar a creerse que puede tratar a algún ser humano, como si fuera una bestia que vino a este mundo a soportar a un bufón engreído, y reírle lo que no son “divinas gracias” sino “grotescas payasadas”. Si a los niños no se les bajan los humos, es por rendirse ante las evidencia al ver a sus parientes creyendo ser las últimas coca colas del desierto, o portándose como si fuesen los “elegidos” por la Diosa de la Fortuna. A estos niños  se les presenta un dilema y es el de dejar de ser servidores de la Verdad que llevan adentro, para convertirse en sumisos sirvientes del autoengaño que de la mentira es, el mejor de los aliados. Y entonces eligen ser hipócritamente educados, antes que seguir siendo indómitamente espontáneos y sinceros hasta con ellos mismos.

  Si algo de cierto hay en este mundo es que la Verdad nunca ha sido bienvenida. Lo supe cuando de muy pequeñita leí acerca de los animales mitológicos y pude ver que las características de estos; casualmente, coincidían con las “cualidades” de algunos de mis seres queridos. Y les llamo seres queridos no irónicamente porque yo si los quería, era una niña y comprendía perfectamente que ellos a mí; no podían quererme  un poco más de lo poco que se amaban a sí mismos y por otro lado, yo los quería como me amaba a mi misma. Sin esperar de ellos nada de lo que a mí misma me daba simplemente porque los que a sí mismo no se quieren, nada útil de sí mismos pueden dar. De ahí que se hayan inventado los cumpleaños, que para el alma no tienen significado alguno puesto que un alma encarnada puede tener en verdad millones de eones de creada. Pero los cumpleaños sirven para reunir a los que “normalmente” no se pueden ver ni en pintura y para que el presunto homenajeado, pueda recibir un regalo o una limosna de amor de los que no se sienten cómodos estando únicamente; en sus propia compañías.

 Como los tiempos de la mitología habían quedado atrás cuando nací, hace aproximadamente 18 250 días, de niña no vi la necesidad de decirle Medusa a una abuelita cuando podía decirle viejita chismosa, o Minotauro a un tío cuando podía decirle gorila vestido de verdeolivo, ni Arpía a alguna “amiguita” de mi madre cuando podía decirle víbora envidiosa; de manera que cuando alguna de estas cosas mitad humana y mitad bestia me buscaban la lengua, esta siempre encontraba la manera de decirles exactamente lo que mi innata visión era capaz de ver. Cuando uno es niño y no está contaminado por el deseo de agradarle a los disfuncionales, siempre expresa lo que el corazón tenga para decir porque ese niño sabe, que no se ve bien sino con el corazón y que lo esencial es invisible para la vista aunque uno tenga de visibilidad: 20-20.

 Siendo así, está de más decir que cuando no me llovían los insultos entonces era peor, porque los que se creían mayores a pesar de no tener ni una gota de madurez; me embarraban con esa baba melosa, engañosa y  repugnante que los hipócritas usan para  cegar al corazón y engatusarlo como si este fuera una miserable rata. Luego a mi madre, mejor amiga y dueña de mi corazón (sin complejo Edípico que manchara la relación), le costaba algo de trabajo limpiarme con sus palabras llenas de compasión y sabiduría, para  quitarme de encima lo que me tiraban  esas desequilibradas criaturitas que decían quererme obviamente; sin sentirlo. Con el tiempo pude confirmarlo pero como guerra avisada, no mata soldado…

 Tuve la fortuna de tener una madre que sólo en ella confiaba y que me repetía continuamente que había que ser en verdad muy malagradecido, para pedirle a la Vida algo más que la posibilidad de Ser o Existir que esta nos había dado. Era una mujer tan excepcional mi mejor amiga, que nunca me hizo sentir la ausencia de un padre, muerto en vida; nunca le escuché una queja a pesar de tener dos aneurismas cerebrales de nacimiento, nunca se lamentó por la falta de dinero o de cualquier otra cosa y hasta me hizo testigo de cómo cada quincena durante ochos años, le regalaba su sobre con el salario a mi padrastro. Por eso nunca he podido entender a esas mujeres que soportan que les pisoteen la dignidad, con tal de permanecer con el mismo tipo durante toda la vida. Me cuesta creer que haya personas que prefieran hacer ostentación de sus enfermedades, siendo que la posibilidad de sentirse saludables la tiene al alcance del corazón. Y  no comulgo con esas mujeres con complejo de garrapatas que tratan a su pareja, ya sea hombre o mujer; como si esta fuera el perro al que hay que desangrar para que ellas y sus crías, puedan sobrevivir. A los hombres que hacen esto con una mujer los califico de cobardes abusivos que seguramente, trataron a sus madres como si estas fueran unas perras llenas de garrapatas entre las que el hijo, era el rey.

 En resumen que nunca tuve que buscar a una amiga porque en casa, ya tenía en mi madre a la mejor de todas. No tuve que mendigar el falso cariño de los que no se amaban a sí mismos, porque mi madre me confirmó con su presencia que yo no había nacido para ser una pobre menesterosa. Y aunque no me salvé de las garrapatas, tuve la suerte de encontrar en un Maestro Perfecto  al mejor amigo y además, el mejor garrapaticida  del mundo. De manera que ya están advertidas esas ratas de cloaca, que en cuanto ven un rayito de luz se espantan y que se burlan de los cerdos con complejo de alcancía; esos que pisotean las perlas de la sabiduría de los siglos, pero con ellos se restriegan el hocico creyendo que nadie las mira. Sepan que no vine a este mundo con el propósito de recibir alguna muestra de afecto ficticio, proveniente de una rata chillona o de un cerdo usurero.

 No coincido ni comulgo  como esos que dicen: -“Más merezco pero con sentirme poca cosa me conformo”-. Es que mi madre me enseñó y mi mejor amigo me recuerda constantemente, que los seres humanos somos magníficos por naturaleza y por tanto, si vamos a ser conformistas; no debemos conformarnos con algo que sea menos que la excelencia. Y esto obviamente es algo que, los que han aceptado a la mediocridad en sus míseras existencias,  puedan digerir fácilmente. Soy de esas niñas que al ver a un Maestro Perfecto en una cruz, como ejemplo del escarmiento que  en este mundo se le ofrece a los que se atreven a alzar su voz en contra de la Mentira, no sintió miedo alguno y en lugar de idolatrar a un mártir de la ignorancia cual hacen los fanáticos; como hiciera ese Ser Humano realizado sabiendo a lo que se exponía; decidió dar de su luz al mundo. Y si a las ratas les molesta la luz, pues que chillen tanto y tan alto como quieran, total que mis trompas de Eustaquio son muy selectivas y no captan la frecuencia de sonido, en la que vibran los aullidos de las humanas miserias. 

Wednesday, September 8, 2010

ACLAREMOS LO DEL TAMAÑO.

 Cuando uno se vuelve intemporal, suele suceder que la revisión de los tiempos de antes y de después de nuestra Era se hace  tan fácil, como el tragarse toda la historia de la Humanidad contada y escrita; a través de la cegata visión de los miopes mentales. Debe ser por eso que hoy pude revivir una escena de mi niñez. Y entonces pude notar los cambios aparentes y lo que al parecer nunca cambia. De los cambios aparentes no voy a hablar porque, de saber que se cumpliría mi deseo de que en el futuro; hubiese unas máquinas que lavaran la ropa por mí, entonces cuando era niña habría deseado algo así como que en el futuro todo fuera como en la Edad de Piedra. Simplemente porque es mucho más práctico, más eficiente y más barato golpearle el cráneo con una maza a una sicópata insatisfecha de sí misma, que ni vive ni deja te vivir; que trabajar como una bestia para pagar la factura del psicoanalista. Y hasta te ahorras los cuernos que te pondría la neurótica con el idiota del psicoanalista.

 Me gustaría comentar sobre aquello que no cambia, y sin importar que se haya inventando en la época de las quimbambas. Como eso de tratar a un niño como si el niño, fuera el mismo minusválido mental que sólo le pregunta tonterías. Entre esas idioteces está la famosa preguntita capciosa: -“Y ahora a ver mi cuchi, cuchi de su abuelita…y ¿de qué tamaño quiere el nené a su abuelita?”-. La abuelita, además de que está más fea que una mala palabra con falta de ortografía y que huele a rayos, con dicha pregunta le hace ver al niño que ella no sabe que el tamaño no importa. Por eso el niño le mete a la anciana una mentira del tamaño del mundo, diciéndole que la quiere de aquí hasta la luna y como algunos niños no son tan buenos que digamos; con la doble intención de llamarle lunática a la madre de su madre. A estos se les llama niños precoces pero no porque sean especiales, sino porque en un mundo donde la minusvalidez mental es el pan nuestro de cada día; el ingenio natural de un ser divino en esencia, se tiene que tomar como algo del otro mundo.

 Ahora deja ver cómo le hago para echarle una manita, a esos hombres que se sienten inferiores a los que tienen los genitales más parecidos a los de un burro; simplemente por la gracia de la abuelita babosa que le introdujo la duda, sobre la importancia del tamaño. Hay tantos idiotas intelectualizados y teóricos en este mundo, que nunca falta el que, para aparentar que es todo lo profundo que está tan lejos de ser; se pone a alabar a la duda como si a través de la duda, en verdad uno pudiera llegar alguna vez a obtener una respuesta certera. Como si nadando en el océano de las preguntas pudiéramos hallar una respuesta. Algo así como creer que un pájaro puede obtener la libertad, quedándose dentro de la jaula aún teniendo la puerta de la jaula abierta. De cualquier modo si no era la abuelita preguntando babosadas, era cualquier otro pariente midiéndonos la talla como advirtiéndonos sutilmente que si nos quedábamos enanos, ya estábamos jodidos.

  A las que serán mujeres no les importa mayormente ese asunto del tamaño, a menos que lleven a un niño atrapado en un cuerpo de mujer y sueñen con ser el macho de la película. Y está visto que para que el aspecto físico le importe a una mujer, es simplemente porque; por ahorrativa, sólo usa un porciento de su capacidad neuronal comparable con el espacio que ocuparía un garbanzo, dentro de la bóveda craneana. Pero  los hombres, a partir de que notan que pueden pasar una parte de la masa encefálica a un lugar situado en la zona pélvica; se les disminuye notoriamente la capacidad de pensar usando todo su potencial y por tanto, comienzan a preocuparse por ese asunto del tamaño. Esto no les sucede, claro está; a los hombres que no dejan de ser niños para ser hombres, porque un niño sí sabe que el tamaño no importa y además, lo puede dejar demostrado de múltiples maneras.

  Este tema que para los puritanos pudiera resultar escabroso, lo toco simplemente porque es muy común y popular en nuestros días, en los que más importa la masturbación de un cantante en el asiento de una aeronave, que el hecho de que todos los gobernantes y líderes religiosos que nos prometen la paz, estén invirtiendo casualmente sus “ahorritos” en la industria armamentista. Y luego tenemos el cinismo de preguntarnos a nosotros mismos, que por qué el mundo parece tan loco…Volviendo a lo del tamaño, dilema que ha llevado a seres humanos del género masculino al extremo de meterse a pederastas o  de meterse algo que es mucho peor y más doloroso, me gustaría dejar bien claro que si lo del tamaño importara entonces, ¿qué les garantiza el éxito a algunas  lesbianas? Una vez aclarada la duda, posiblemente la porción de masa encefálica instalada en la otra cabeza pueda regresar a su posición anterior y entonces, ya libres del peso de la duda;  puedan estos hombres tener una idea de que si el tamaño no es lo que importa, tal vez amar con algo que está situado algo más hacia el centro podría hacer la diferencia. 

Es tan sencillo que hasta un niño podría entenderlo muy fácilmente pero como dijo el Pequeño Príncipe: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos”.