Friday, January 8, 2010

ODA AL SILENCIO.

 Si los que han sido verdaderamente estimados por mí, aun a sabiendas de que me apreciarían solamente y hasta tanto; pudieran sacarme lo que ellos consideraran como aprovechable en mí; pudieran leer tan sólo la frase que le da comienzo a este mensaje, no me cabe la menor duda de que se cagarían de la risa. Y no lo harían como si fueran unos retrasados mentales, que no saben ni de lo que se están riendo, porque todos los que me han demostrado afecto incluso hipócritamente; tendrán sus virtudes y sus defectos, y tal vez ciertos inconvenientes para determinar cuáles son unos y cuáles son los otros pero eso sí, segura estoy de que ninguno ha sufrido de algún síndrome que se derive; de una falla genética.


 Y ciertamente esa gente, que sólo por hacerme un favor; me amaron con la misma entrega que le ponían a mis palabras, cuando estas decían lo que no deseaban oír pero necesitaban escuchar; serían incapaces de burlarse de la importancia del silencio. Me consta por las reiteradas veces que me mandaron a callar, cuando exponía mi propio criterio que no coincidía con el de ellos. Lo cual da testimonio de que no muchos saben distinguir la diferencia entre un silencio y el otro que se escribe igual, pero no es el mismo. Que no es una diferencia cualquiera la que los separa, como una de esas que se pueden pasar por alto y no sucede gran cosa. Como las diferencias raciales que se superan inmediatamente, en cuanto la nena rubia de ojos claros que ha sido criada; odiando a los negros y llena de prejuicios raciales, se pasa un día en un balneario nudista interracial. En este caso entre un silencio y el otro, hay un abismo tan vasto y profundo que podría ser percibido, hasta por el tipo más atarantado del Universo.

 Para no ser descortés con mis “seres queridos”, que Dios los tenga en su santa gloria y los mantenga donde sea que estén; voy a comenzar con el silencio que para ellos viene siendo como el severo castigo, que se le debe imponer autoritaria y arbitrariamente a los que no los puedan complacer; en tratar de hacer coincidir a la Verdad con “sus verdades”. Que viene siendo lo mismo que en la Plaza de la Revolución y durante más de cuarenta años, hizo el tirano Fidel Castro cada vez que se paró en una tribuna a dar un discurso de casi cuatro horas; para imponerle “su verdad” a cientos de miles de personas que tenían que aceptar “esa verdad” por absoluta, porque de lo contrario podían estar absolutamente seguros de que el no callarse, podría costarles mucho más que perder la lengua. Los que apoyan este tipo de silencio, tienen a su favor el tener a la dignidad en tan baja estima; que hasta la pueden colocar de tapete para que un asno dictador o, un licenciado con garras, se pueda limpiar con ellas las patas.

Siendo “esas verdades” tan relativas y tan propias de gente que encima que no distinguen la diferencia, entre un defecto y una virtud; presentan serios problemas de autoestima, aunque los que las defiendan estén en todo su derecho de vociferarlas a voz en cuello; lo que queda claro es que si las mantuvieran guardadas en el recto, antes de pedorrearlas frente a una multitud de paisanos, se ahorrarían el ridículo en el que cae la persona que se cree con el supremo derecho, a ordenarle silencio a otra que no llevó nueve meses en el vientre ni que le regaló las cuerdas vocales que, siendo un invento de Dios; es asunto muy particular de cada ser humano el uso que se les dé. Recuerdo a un tipo prepotente de esos que si hay algo que no soportan, es que alguien les demuestre lo equivocados que están y que además, les pinte una raya que les deje claro que el hecho de estar juntos no significa, que sean huevos y que tengan que estar revueltos; muy parecido él a esos dictadores de corte hitleriano, estalinista, maoísta y fideliano que, siendo yo apenas una niña; me mostró con qué facilidad podía mandar a callar a sus padres como si, en lugar de considerarlos como sus progenitores los viera como un par de perros cuyos ladridos; resultan ininteligibles para el oído humano. Recuerdo que este tipo obtuvo de mí varias cosas, de las que a mí no me importó despojarme pero nunca consiguió, el respeto que tampoco él le demostró a sus padres.

 El otro silencio, que no se expresa oralmente mediante rebuznancias ni precisa del permiso de nadie; para pronunciarse a través de la palabra oral, es como el que sabe guardar un niño cuando quien se dirige a él o ella; derrama en sus oídos palabras plenas de amor y sabiduría, que fluyen sutilmente hasta desembocar en su corazón. Porque en el corazón de un niño es donde reside el amor y la sabiduría que puede reconocerlas y aceptarlas. Es el que sin necesidad de imponerse como un voto, que reprima tan solo por un tiempo el deseo de cotillear; surge espontáneamente como respuesta a un primitivo y humano instinto, de procurar escuchar a su parte divina. No es ese silencio, como ese otro que imponen los que no toleran la libertad de expresión; que divide a los opresores de los oprimidos, y rebela al espíritu indomable que aunque habite en la carne; no se somete a las reglas que decreta la estupidez humana.

 Este silencio que no se impone como castigo sino que resulta ser, como una cordial invitación a alejarnos del mundanal bullicio para ocuparnos de eliminar; todos los ruidos que hemos permitido entrar en nuestro sistema, es imprescindible para que la paz se establezca en el corazón del ser humano y pueda expresar a través de este; una Verdad que no existe poder en este mundo capaz de aniquilar y que existirá aunque los adoradores de las mentiras, puedan silenciar las bocas que las pronuncian. De un silencio como ese, capaz de poner al ser humano en contacto con su propia esencia, salieron impetuosas corrientes espirituales capaces de limpiar hasta a la más mugrienta de las conciencias; aguas cristalinas y puras que servían para saciar la sed del buscador sincero y que actualmente, permanecen estancadas para servirles de charco a una ranas , que sólo por lucir un color distinto al de las ranas del otro charco; creen ser algo más que un simple batracio anfibio que cuando abre la boca, lo único que puede hacer es croar.

 Es a ese silencio al que le dedico esta oda, porque cuando le brindo toda mi atención; no me propone que le conceda una reverencia a la mediocridad, ni me recomienda ovacionar a las miserias humanas. No me recrimina por exponer mi criterio donde y cuando mejor me parezca; y me llena de valor para exponer lo que siento aunque al hacerlo, puede que pierda güiro, calabaza y miel. Me atrae y me seduce con el mismo influjo que ejerce una bella mujer, sobre el que cae rendido ante sus encantos. Y aunque me anime a traducir sus mensajes en palabras, cuando me adentro en él no encuentro las palabras capaces de expresar, lo que un silencio tal puede aportarle a mi vida. Lo que este silencio me inspira, mientras disfruto de su plácida y agradable compañía; resulta muy claro que no puede ser comprendido por los que ordenan silencio para que sus gruñidos, puedan prevalecer sobre los dictados de la Conciencia Suprema. Con esto espero que haya quedado aclarado que aunque se escriba igual, no es el mismo ni se parece ese silencio; que se corresponde con el de un loro antes de ponerse a repetir las frases de Buda, que le enseñó un monje budista; al silencio que inundó a Buda y que se expresó a través de él, mientras que Buda estuvo vivo para poder exteriorizarlo.

 Es ese silencio, el mismo que inspiró las estrofas de este poema del laureado poeta cubano Cástulo Gregorisch, que aparece en este video acompañado de bellas imágenes y de un excelente fondo musical con cubanísimo sabor.

http://www.youtube.com/watch?v=bh3n29BxKvM&feature=related

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