Wednesday, May 8, 2013

"Y TÚ...¿PARA QUIÉN TRABAJAS?



Entre todas las fechas que han tenido para mí algún significado se encuentra el día primero de mayo. Y no es por ser este, el día que quienes llevan siglos controlando al rebaño humano decretaron como el día del trabajador pues me parece que celebrar una vez al año, que uno en su efímera existencia no es más que es un resignado esclavo de un sistema esclavista; no es tan sólo un disparate colosal sino que es algo que deja demostrado que la dignidad inherente a un ser humano en este mundo, es algo de tan escaso valor que se puede cambiar por una módica suma de dinero a la que le llaman: salario. No pretendo que muchas personas estén de acuerdo conmigo en eso porque a la legua se nota que la mayoría de la gente, aboga más por mantener el status quo que por un cambio radical de un sistema que se apoya nada más y nada menos, que en la explotación del hombre por el hombre.

Pero antes de entrar de lleno en tema tan escabroso, dado que la esclavitud en este planeta más que un régimen degradante es un modus vivendis, debo destacar que recuerdo el primero de mayo por haber celebrado de un modo u otro el cumpleaños de una amiga que, después de veinte años y con una actitud que desmentía lo que sus palabras pretendían manifestar, me dejara demostrado que resulta contraproducente mostrar generosidad con una persona que se sienta miserable y que, para ser amiga de alguien, lo primero es asegurarse que uno no sea de sí mismo su más virulento adversario. Y como tal vez tenga algo que ver eso de estar hundido en la rutina de un esclavo asalariado, con esa sensación de insatisfacción que hace que un ser humano se preocupe más por el día de mañana que por el de hoy lo cual hará, inevitablemente, que se pase de ahorrativo para caer en la mezquindad; en memoria de esa amiga que, al presumir durante un tiempo de una amistad que no sentía hacia sí misma, me recuerda esta breve estrofa de un poema cuyo autor es Juan Carlos Aragón Becerra: "Un amigo es un amigo, me dijo un amigo mío, que era tan amigo mío y tanta amistad la nuestra, que no supe que pensar…, pero le dije muy dolido: un amigo de verdad, no lo dice y lo demuestra.”, me complace traer a colación una cuestión que ni siquiera se cuestionan esas personas que hacen alarde de saberse de memoria los textos bíblicos y que los cotorrean así, sin más ni más y sin siquiera uno habérselos pedido, y que trata sobre saber exactamente ¿para quién uno trabaja”.

Bueno, en caso de que el salario que uno obtiene de doblar el lomo ante un parásito que quiere vivir del sudor del de enfrente, sirviera para obtener cosas que no son cosas pero que SÍ son sagradas, al menos para quien sea un ser humano que como tal…, lo único que requiera sea sentirse plenamente satisfecho, tales como: la compasión abierta, la paz interna, la salud física y mental, la dicha verdadera, el amor que se puede expresar desde el corazón porque el que supuestamente acontece a nivel de los genitales es una expresión de lujuria, la claridad que sirve para  poder verlo todo, y demás tesoros que no pueden comprar ninguna cantidad de billetes; opinaría que el esclavismo asalariado es un régimen efectivo pero como no es así, me complace insertar aquí una imagen que caricaturiza magistralmente la relación que en este planeta se da entre los ricos y los pobres que son igual de mezquinos, porque ambos, tanto amos como sirvientes, sólo están pendientes de lo que se puede conseguir con dinero. 



No sé cómo le resultará a quien se haya resignado a sobrellevar lo inaguantable pero a mí me resulta realmente alarmante el que un ser humano, en su fugaz paso por este magnífico planeta, se destaque por considerar conveniente degradarse a la condición del lobo del hombre que no tiene el suficiente valor como para comportarse como el ser regio, divino y maravilloso que ERA antes de encarnar en un cuerpo físico, ES residiendo en un cuerpo físico y SERÁ luego de el cuerpo físico se haya reducido a su mínima expresión. Y tan alarmante me resulta tan degradante actitud en una entidad con un infinito potencial listo para desplegarse segundo a segundo, que me he visto impulsada a denunciarla aún sabiendo que el derecho a la libertad de expresión en este mundo, se limita a poder expresarse abiertamente a favor de un sistema que, a ojos vistas, niega la verdad esencial de que TODOS somos UNO al implantar la degradante división de ejemplares de la raza Homo sapiens, en estratos sociales más conocidos por: clase alta, clase media y clase baja. Como he contemplado que dicha división resulta normal para la mayor parte de la población mundial, a riesgo de que se tache de anormal a un prestigioso y magistral ser humano; me dispongo a insertar una imagen y sólo me queda esperar que quien no se haya reducido su innato poder de discernimiento al nivel de raciocinio de una ameba, pueda captar fácilmente la advertencia que la cita nos trata de trasmitir.


Y como si esto no fuera una aberración de por sí, más propia de una disfuncional entidad que de un ser humano en su sano juicio, resulta que dicha división clasista depende del poder adquisitivo del sujeto que admite que su valor, como ser humano, está dado por la cantidad de dinero que logre acumular dentro de una bóveda bancaria y aunque dicha creencia, por absurda, le obligue a albergar en el interior de la bóveda craneana una cantidad extraordinaria de materia fecal que, al expresarse de manera oral, será expulsada por el orificio bucal a manera de disentería cerebral. Y no me dejarán mentir al respecto todos esos demagogos mequetrefes que, al hacerse expertos en engañarse a sí mismos, se caracterizan por hacer promesas sin la intención de cumplirlas, como sucede con esos politiqueros de pacotilla cuya rimbombante oratoria trata de encubrir sus sórdidas intenciones y  que sólo pueden engañar a otros que, como le sucede al sujeto  con delirios de grandeza, también estén de acuerdo en engañarse a sí mismos. He aquí la explicación de que los infelices que se consideran de la clase baja, se nieguen a pensar por sí mismos y por consiguiente precisen de ser dirigidos por embaucadores que se consideran de la clase alta. Si se jactara el lector de pertenecer a la mediocre e indulgente clase media, antes de colocar la imagen que puede herirle la susceptibilidad, debo advertirle que no se debería sentir tan orgulloso de contribuir a tal estado de cosas, y en este caso me refiero a esas cosas cuya “sacrosanta” existencia es tan despreciable que no sirve… ni para echársela a los cerdos.


Tema tan escabroso como el de la esclavitud asalariada que nadie se atreve a cuestionar, tal vez por temor a ser silenciado como ha sucedido históricamente con quienes se han atrevido a cuestionar el sistema de clases o castas, debe ser abordado desde una perspectiva elevada simplemente porque cuando uno en lugar de caminar, anda gateando o a rastrándose por el piso, naturalmente tiene de todas las cosas una perspectiva muy limitada. Ahora, hasta dónde sé, por haberlo experimentado que es muy distinto al “saber de oídas”, no existe perspectiva más elevada que la de quien está completamente enamorado porque hasta los poetas que no lo han experimentado más allá de sus puñetas mentales, han reconocido que el amor es capaz de hacernos sentir que volamos sin necesidad de tener alas y que por el ser amado podemos hacer cualquier cosa con una incondicionalidad; que sólo el amor conoce.

Quienes han amado con la misma claridad con la que se han aceptado a sí mismos, reconocen que el enfoque del amor en el Ser amado es tal…, que tal pareciera que el resto del mundo resultara irrelevante y más de una persona ha dicho del amor que este es, sin lugar a dudas, el pegamento cósmico que sostiene todas las cosas. Y siendo así, la pretensión de una persona de explotar a otra para recibir algún beneficio con ello está tan lejos de ser un gesto de amor, como lo puede estar un aberrante aborto de la naturaleza de poder comportarse como un digno ser humano. Es de esperar que esos fenómenos con apariencia humana que respiran, porque el amor universal es así de incondicional, no estén de acuerdo con lo que acabo de afirmar y no me extrañaría que, en el colmo de la ignorancia, proclamaran fanáticamente que fue a Dios o sea al Amor Universal, al que se le ocurriera hacer realidad la “sublime idea” de que un ser humano se convirtiera en el lobo de otro ser humano que, creyendo ser un carnero más de un gran rebaño, se dejara engañar y trasquilar por ese lobo disfrazado de cabrón o macho cabrío. Afortunadamente nunca se me ha ocurrido atraerme la aprobación de un fenómeno que considera apropiado odiarse a sí mismo y que en cambio exige ser amado; sin poder corresponder a ese amor simplemente por no estar en contacto con la Fuente de la que mana en abundancia ese elixir que nos hace sentir inmortales.

Precisamente por eso puedo tocar el tema de “la explotación del hombre por el hombre” sabiendo que puede herir la susceptibilidad tanto del avaro negrero, como del avasallado pendejo que tenga en suerte posar las niñas de sus ojos sobre este escrito. Es normal que quien no sienta hacia sí mismo ni el más mínimo aprecio o se desprecie absolutamente desconozca tanto del amor, que incluso se pueda engañar a sí mismo creyendo que sus continuas y ridículas demostraciones de egolatría constituyen sinceras y sublimes expresiones del aprecio que no siente hacia sí mismo. Por si el lector padeciera de dicha insuficiencia amorosa, aquí le dejo una imagen que tal vez le sirva para reflexionar y hasta para darse cuenta del megadisparate que está cometiendo; cuando se niega a reconocer su verdadera naturaleza.


Una vez aclarado eso que no tienen nada claro, tanto los megalómanos que toman toda una vida para sentirse importantes por esclavizar a otro ejemplar de la raza Homo sapiens y para lucrar con la nefasta tendencia del que se resigna a subestimarse a sí mismo, de sentirse a gusto siendo una víctima de la mezquindad de otro que aparenta ser un ser humano; necesito hacer hincapié en esa relación que se ha venido dando en este planeta siglos tras siglos entre el lobuno pastor que, disfrazado de cabrón o macho cabrío, se adjudica el derecho de trasquilar, por los siglos de los siglos, a rebaños de carneros que aparentan ser seres humanos. Si perteneciera el lector a alguno de ambos bandos, conformados por entidades que se hacen todo tipo de preguntas excepto las esenciales, tal vez se preguntaría de dónde me viene a mí esa @!#$%^&*?/! tendencia a desenmascarar a ese deplorable binomio social y no sé si se conformaría con saber que algunos de mis seres queridos, durante mi niñez, me apodaban: “la oveja negra de la familia”.

Todavía puedo recordar con nostalgia esa época en la que, aquellos amados maestros tan expertos en enseñarle a un niño todo lo que NO DEBERÍA HACER; a menos que quisiera perder de vista a esa sutil línea que separa a lo sublime de lo ridículo, intentaban inútilmente mostrarme la diferencia que existe entre tener que encajar en un grupo familiar y encajársela a cada miembro del núcleo familiar mientras que la niña que todavía vive en mí podía demostrar, con hechos concretos, que ya sabía en qué consistía dicha diferencia y encima de eso…que se sentía encantada con poder MARCARLA. Por si acaso… voy a colocar una imagen que explique el motivo de que a esas pretenciosas personas que procuran que uno sea como ellas quieren que sea uno, y no lo aceptan a uno como uno ya ES, las siga queriendo aún pero de lejos nada más por eso que dicen de que el amor, va en aumento mientras mayor sea la distancia. 


No estaría de más señalar que fueron dichos seres queridos, los primeros que me aseguraron, no sólo con palabras sino con cada uno de sus actos, que la práctica es la que hace al maestro y sin siquiera sospechar alguno de ellos en lo que practicar el autoengaño los había convertido de modos que a manera de tributo, a los primeros habitantes del globo terráqueo en apodarme: la oveja negra, me complace dejar aquí una imagen que servirá para patentizar que la diferencia entre una blanca oveja y una oveja negra consiste en que la primera, no sabe que trabaja para intentar satisfacer la inconmensurable codicia de un miserable usurero mientras que la última, sabe para quien trabaja y hasta puede percatarse de que su pastor no es precisamente un lobo disfrazado de cabrón. Tal vez fue a esta oveja negra a la que se refiriera el maestro Joshua ben José cuando afirmara que: “los primeros serán los últimos y los últimos…serán los primeros”. Si estuviera el lector de acuerdo conmigo aunque sea en eso, puede entonces posar confiadamente sus pupilas sobre  esta imagen que de ser vista por un lunático, ya fuera el explotado o el explotador, podría tener el mismísimo efecto de un electroshock.  


Si algún lunático hubiera cometido la locura de leer este artículo y llegar hasta esta coma, es menester que le advierta, a manera de balsámico consuelo, que en este mundo también se considera LOCURA al simple acto de denunciar abiertamente lo que se puede notar a simple vista, así que puede proseguir la lectura con la confianza que de loco a loco no va nada. Aunque no hay que perder de vista que el valor de la locura del que pone en tela de juicio la cordura de un sistema esclavista, regido por el dinero y sujeto a lo que se puede conseguir con atesorarlo; es inconmensurablemente mayor que el supuesto valor de la locura del que ignora que tanta culpa tiene el que mata a la vaca, como el que le aguanta la pata.
Y ya que no hay peor ciego que ese disfuncional que teniendo luz en sus pupilas; se niega a ver lo que salta a la vista, me voy a permitir insertarle a los pusilánimes que toleran convertirse en los miserables empleados de un avaro, una imagen que trasmite las consecuencias de poner a un planeta vivo con todos los seres vivos que lo habitan, a merced de intereses tan despreciables como los que mueven los hilos de esos mamarrachos que, en la infinita vanagloria que exudan hasta por los poros, ignoran que todo lo que consideraron como jugosas ganancias en un pestañazo, del que no se regresa con vida, se convertirán en irremediables perdidas. Ojalá que por esta vez alguien se percate del mensaje que dicha imagen, está tratando de comunicar con tremendísima urgencia.


No se mida el lector, a pesar de que carezca de facilidad de palabras, de criterio propio y de la libertad para expresarse cuando así lo estime conveniente, si luego de leer todo lo anterior sintiera el deseo de juzgarme como: disidente, controvertida, impertinente, peleonera o políticamente incorrecta. Pues ESE es el punto del que puede partir para llegar a la conclusión de que, de ninguna manera, podrían sus calificativos resultar ofensivos sino que más bien me parecen halagüeños ya que no es mi intención la de ganarme el beneplácito de esas personas que hacen hasta lo indecible por aparentar que son seres humanos, y que entre todo lo indecible que hacen está el manifestarse como las entidades  conformistas, pusilánimes, mediocres, cobardes y políticamente correctas que en verdad son.

Por si no se captara fácilmente lo que trato de explicar con peras y manzanas y, para hacérselo más fácil a quienes se redujeron la habilidad de pensar y la capacidad de sentir a la mínima expresión; voy a insertar aquí una imagen de parte de la niña que aún vive en mí y que se niega rotundamente a ser cómplice de una incalificable situación que ya se pasó de abominable, al menos ante los ojos de quien no desee otra cosa como no sea sentirse plenamente satisfecho o disfrutar de estar en santa paz mientras que agradece de corazón, una vida que nada especial hizo para poder merecer.  Y sepan esas lamentables velas que, por estar apagadas, no sirven para infundirle claridad a este sombrío panorama que también existen, aquí y ahora, de esas valiosas velas que, por estar encendidas, pueden aprovechar la posibilidad que tienen de cumplir el divino propósito para el cual fueron hechas. Lo digo por si las moscas…


Supongo que quienes no se han tomado ni un instante de sus vidas en respetarse a sí mismos, digo…, como los seres sublimes que realmente son debajo de las capas de miserias humanas con las que han recubierto los divinos dones que corresponden al reino de los cielos, no esperen que respete a lo irrespetable. Y por si, quien sea que esté leyendo este escrito, no se ha percatado aún de la diferencia que existe entre lo que es digno de respeto y lo que resulta peripatético por donde quiera que se mire, específico que no se puede respetar a alguien que base su propia valía más en lo que tiene o en lo que hace, que en lo que ES; más allá de lo que está tratando inútilmente de APARENTAR. Una vez comprendido todo esto, estaría de más puntualizar mi franca disposición de pasarme por donde mi anatomía forma el arco del triunfo, a todo aquello que represente a ese depravado sistema que justifica la prostitución de la dignidad de un ser humano y que, aunque se diga por ahí que ha sido abolido, ha permanecido inalterable a pesar de presentarse actualmente bajo la degradante forma de un esclavismo asalariado. Como en la Declaración Universal de Derechos Humanos adoptada con gran entusiasmo en 1948, se estipula que: “Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas.”, y la realidad de este mundo revela todo lo contrario… se me ocurre que, lo estipulado en la Declaración Universal de Derechos Humanos, al estar escrito en papel, es susceptible de confundirse con cualquier otro papel que sirva para limpiar el trasero de un gorila con humanoide apariencia que, como el enajenado emperador Napoleón Bonaparte, padezca de  delirios de grandeza.

Siendo así y confiando en que un antropoide socialmente adoctrinado no tenga el más mínimo interés en ojear este folleto, voy a recurrir a una imagen que enfatiza con una cita, cual es la verdadera cualidad del que está dispuesto a denunciar tan degenerada situación y cuál es la tendencia del que no está dispuesto a renunciar a la denigrante posición de la resignada víctima que por dinero, vendería su alma al mejor postor o a la decadente actitud del que hace gala de poseer la pervertida condición del desnaturalizado esperpento que por dinero, vendería su alma al mejor postor. Luego de interpretar, con la lucidez requerida para ello, el mensaje de la siguiente cita, supongo que hasta el más pendejo pueda comprender el motivo de que el Sr. Martín Luther King haya sido dado de baja de la lista de los vivos y no precisamente por causas naturales.


Tengo entendido que la libertad de expresión en este mundo es algo que se limita a un derecho que, al estar escrito en papel, puede quedarse en las palabras sin que a los cobardes se les ocurra ponerlo de manifiesto en la práctica del día a día. Esto, por supuesto, resulta muy conveniente para esos delincuentes de cuello y corbata que al hacer la ley, también hacen la trampa pero sucede que existen atribuciones que está dispuesto a tomarse quien, como el loto, posea el atributo de flotar por encima del más pantanoso estanque y entre esas atribuciones está la de cuestionar abiertamente a un sistema social que le da más valor al dinero, y lo que con este se puede conseguir, que a la invaluable dignidad de un Ser cuya condición humana no le resta nada a su naturaleza divina. Quienes se han vuelto tan flemáticos como para llegar a creer que el cuerpo humano no puede ser el templo donde una esencia sublime ha querido establecer su temporal residencia, pueden presumir de platónicos y de aristotélicos si todo a lo que aspiran es a impresionar a alguien con sus filosóficos conceptos pero, si lo hacen, háganlo, por favor, teniendo en cuenta que según Carl Sagan:  
                                                
“Platón y Aristóteles estaban cómodos en una sociedad de esclavos, enseñaban la desunión entre el cuerpo y el alma, una idea bastante natural a mi juicio en una sociedad de esclavos”.

La imagen que inserto a continuación, con toda la intención de que hiera la susceptibilidad de los INSENSIBLES que exhiben una sensiblería más cursilona que las novelitas de Corín Tellado, puede servirle de espejo a este tipo de esperpento que, llevando a la divinidad en su mismísimo centro, prefiere comportarse como un mequetrefe en manos de Don Dinero, ese trozo de papel moneda que en caso de apuro no alcanza ni para limpiarse el trasero y que existe para que se pueda proclamar el megadisparate de que un ser humano vale por lo que TIENE y por lo que realmente ES… su valor es nulo o vacío. Por eso no es de extrañar que Edine P. Beauchêne, se arriesgara a caerle como gancho al hígado a esos miserables idólatras que se arrodillan ante el Becerro de Oro, al expresar abiertamente que: "Los que creen que con el dinero puede hacerse cualquier cosa, son los que indudablemente están dispuestos a hacer cualquier cosa por dinero." 


Si el termino esclavismo asalariado le resultara chocante a cualquier negrero empresario que estuviese leyendo esto, le propongo cambiarle el calificativo al sistema social instituido sobre las corrompidas bases de la división de los seres humanos en clases sociales según su poder adquisitivo y la medida en que se renuncie a los más elementales escrúpulos humanos, por el de desenfrenado consumismo. Da lo mismo pues, aunque no se escriban igual, uno depende directamente del otro ya que ambos constituyen el círculo vicioso en el que caen, como cucarachas fumigadas, todas esas personas que están resignadas a ser, generación tras generación, las trasquiladas ovejas de un rebaño humano pastoreado por cabrones lobos que, a pesar de disfrazarse de machos cabríos no son otra cosa que alimañas con delirios de grandeza. No están los ciegos que no quieren ver lo que resulta evidente, para darse cuenta fácilmente de que se han condenado a sí mismos, de la manera más pendeja posible o sea renunciando al poder de un Ser que, incluso en la carne, sigue siendo regio, divino y maravilloso; a comportarse como las víctimas de unas sanguijuelas que aparentan ser personas normales mientras que se alimentan del poder al que el ser humano renuncia, al colocar a su divinidad fuera de sí.

En tal estado de ignorancia, por no decir pendejez absoluta, es normal que al esclavo que se sienta conforme con que se le explote como mano de obra le resulte inadecuado el término: esclavismo asalariado, y qué decir del término: desenfrenado consumismo  que sirve, nada más y nada menos…., que para calificar la ocupación para la que están programados todos los esclavos asalariados porque mediante el desmedido consumo de los recursos naturales de este magnífico planeta, con el fin de intentar satisfacer la excesiva voracidad de un ser humano que se siente como una nulidad; es que los cabrones lobos con apariencia humana y evidente complejo napoleónico garantizan que las ovejas del rebaño social consientan en que les trasquilen la lana o salario, una generación tras otra.

Por si no se entendiera la anterior afirmación voy a meter entre este párrafo y el siguiente, una ilustración que caricaturiza magistralmente la degradante posición de esas blancas ovejas que, por sumisas, crédulas y pendejas, rechazan visceralmente a las rebeldes, lúcidas y relevantes ovejas negras. Las ovejas del rebaño social que aparentan ser personas tal vez no puedan notarlo, por lo que aclaro que la siguiente imagen representa el sueño dorado de esos pobres hombres que al dejarse vencer por la avaricia, se convirtieron en el lobo del hombre y no añado más porque comprendo que estas mezquinas alimañas que sólo en dinero piensan no poseen el entendimiento que se precisa para aceptar que en el pecado, ya llevan la penitencia.


Insertando esta otra imagen a continuación, sé que me voy a arriesgar a ganarme el menosprecio de todas esas chicas que, sin importar lo achacosas y mustias que luzcan a pesar del exceso de silicona en el cuerpo, intentan inútilmente rellenar el vacío existencial que no les deja sentirse en paz con ellas mismas, cambiando el fruto del esclavismo asalariado por toda clase de baratijas que lo único que pueden ofrecer es una euforia momentánea que, inevitablemente, justificará el consiguiente hundimiento en un estado depresivo. Si la lectora padeciera de ese trastorno que evidencia un estado de desequilibrio mental al que denominan: consumismo compulsivo, puedo recomendarle que pase un curso de risoterapia para que un día pueda dejar de tomarse tan en serio y se le facilite lo de llegar a reírse de sí misma, otro de bailoterapia para que ese cuerpo que sufre de rigor mortis adquiera algo de soltura, si tuviera algún problema con la apertura del chacra base o sexual puede probar con algún juguete sexual de su preferencia ya sea humano o de los que se venden en las Sex-shop, y hasta puedo rogarle para que vaya a un oculista que le indique ver la realidad con los ojos en lugar de con el orificio anal, lo que no puedo aconsejarle de ninguna manera es que pose sus pupilas sobre esta imagen porque me temo que, en el desquiciado estado en el que se puede encontrar una mentalidad de simio adoctrinado cobijada en una cabeza de chorlito, la lectora corra el riesgo de salirse de sus casillas y lo peor de todo es que no va a poder contar con mi presencia para que la catarsis valga la pena. Como consolador calmante puedo asegurarle a la mona que no sabe que aunque se vista de seda, mona se queda, que si su imagen coincidiera con la de la siguiente estampa, tiene en la imagen del dobberman vestido de traje y corbata que sale en una de las figuras anteriores, a su pareja perfecta. Y si acaso la frívola entidad henchida de vanagloria hiciera alarde de tener al magistral Joshua ben José (canonizado como Jesucristo), como su veintiúnico guía espiritual; entonces contemplar la imagen será como tener una revelación de manera que mejor será que la aproveche mire que en estos tiempos esa clase de milagros, no se dan todos los días.


No por creer con fe ciega en textos que se dicen sagrados mientras que, por estar escritos en papel, han sido susceptibles de ser manipulados por esos megalómanos que precisan de estar “por encima” de sus semejantes para intentar compensar el nefasto complejo de inferioridad que sufren, es que puedo captar la importancia de la advertencia que hiciera el maestro perfecto Jeshua ben José cuando le señalara a quienes le escuchaban que: “No den las cosas sagradas a los perros para que no se vuelvan contra ustedes. Y no echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen”. Pero sucede que este artículo ha sido creado tanto para ser considerado una irreverente blasfemia, como para ser tomado por una simple señal que le indique al caminante que es mejor y mucho más conveniente encaminarse por el camino correcto; en lugar de cometer la descomunal equivocación de adoquinar, con sus dizque “buenas intenciones”, el camino que le conduzca hacia su propio infierno. Por si este artículo tiene la fortuna de caer en manos de alguien que no sea tan marrano como para no reconocer el incalculable valor de una perla de sabiduría; voy a insertar aquí una imagen que tal vez le sirva de inspiración para salirse del chiquero donde dichas perlas son inevitablemente pisoteadas.


Considero que ni Dios…, puede quedar bien con esos pobres despojos humanos que por no agradecer de corazón la VIDA que disfrutan sin haber hecho absolutamente nada especial para merecerla y que no podrían comprar por más billetes que la cicatería les haya permitido acumular; viven hundidos en un estado de indigencia mental que ni los más ostentosos lujos pueden ocultar. Así que mejor no hago el intento de tratar de ganarme el beneplácito de tan desagradecida gentuza y me enfoco en esos  lectores que están buscando una solución a esa tan nefasta tendencia de tratar de conseguir, a toda costa, la aprobación de unos chiflados que, para poder bailar una danza macabra al compás del retintín  que hace al caer una moneda de cobre, forman el dúo víctima- verdugo.

Antes de cerrar este artículo con broche de oro, considero oportuno advertirle al lector que no me caracterizo por ofrecer soluciones ficticias a problemas reales y que, en lo que se refiere al problema de ignorar la existencia de esa línea que separa a lo sublime de lo ridículo que tiene su génesis en desconocerse uno a sí mismo, me aseguro de que la solución en verdad sea simple y eficaz antes de ponerla a disposición del distinguido lector que no quiera dejar para el último minuto, el gozo que se deriva de  tener en cuenta la posibilidad de sentirse plenamente satisfecho antes de que con el último suspiro…, dicha oportunidad se tenga que darse por perdida.








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