Monday, April 29, 2013

"LOS TARANOVELEROS"



Sólo para poner el parche antes de que salga el forúnculo a escupir el pus acumulado en su interior; en tono de protesta, aclaro que este artículo puede resultarle indigesto a quien sea que haya estado dispuesto a amargarse la vida y por ende se haya encontrado indispuesto o no disponible, para la posibilidad de celebrar la existencia por dos significativas razones: la primera es por no haber hecho absolutamente nada para merecerla y la segunda porque se puede acabar en el instante menos esperado por un pobre pendejo, y más anhelado para el alma DESPIERTA que sabe que la jaula, por más sofisticada que sea, sigue siendo un lugar donde sólo se puede vivir en cautiverio. Una vez hecha la pertinente aclaración, supongo que no se atreverá a leer lo que a continuación sigue ningún hombre que, por serlo tan sólo en apariencia, se considere superior a otro ser humano del género masculino o más privilegiado que un ser humano del género femenino. Y mucho menos lo haga una mujer que, por serlo tan sólo superficialmente, esté prácticamente convencida de que nació para ser sirvienta de una bestia que, por saber aparentar que es un ser humano, sirve para ser su representante ante una sociedad a la que no le importa ella, y muchísimo menos la bestia acompañante.

Sucede que me voy a referir aquí a ese fenómeno que la teledictadura exhibe ante los telespectadores con el calificativo de telenovela, y que contribuye a la decadencia de la inteligencia de un ser humano degradándole a la condición de un TARANOVELERO. Un taranovelero es, independientemente de su género o preferencia sexual, una persona que, habiendo nacido sin ninguna anomalía congénita, funciona como si fuera un TARADO que como tal… no tiene criterio propio, no puede pensar por sí mismo, ni puede saber que para amar a otro ser humano y ser merecedor de un amor que NO se parece ni remotamente al que las telenovelas divulgan, tiene que comenzar por amarse a sí mismo. Para que no queden dudas de lo que acabo de afirmar, basta con ponerse a observar detenidamente la resignada actitud que toman los integrantes de un rebaño social pastoreado por cabrones lobos disfrazados de machos cabríos y custodiado por una jauría humana que algunos llaman “clase media”; ante las constantes guerras fratricidas que favorecen los intereses de quienes se benefician con que el hombre se convierta en el lobo del hombre, ante el suicido global al que el consumismo está llevando a todo un planeta y ante el establecimiento de un esclavismo asalariado institucional que garantiza que dichos carneros que son humanos tan sólo aparentemente, sean trasquilados generación tras generación y así…por los siglos de los siglos.

Y tal vez el lector, si es de los pobrecillos que aún no se han ocupado de CONOCERSE A SÍ MISMOS para dejar de comportarse mezquinamente hasta con ellos mismos, me cuestione el motivo que me inspira a poner estas cartas sobre la mesa al colocar en tela de juicio; la COBARDE compostura de los “buenos-para-nada” que integran esa aglomeración confusa y apática que es más conocida por el calificativo de MASA POPULAR. Por si ese fuese el caso, voy a aclararle su duda con una cita de Martin Luther King que expresa: “Lo que más me preocupa no es el éxito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin carácter, de los sin ética, lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. Y si dicha cita no fuera suficiente, le puedo informar al lector sobre un hijo al que debo predicarle con el ejemplo, y luego esperar sentada a que, con la siguiente imagen, pueda ubicarse el lector en tiempo y espacio porque estar “desubicado”, dicho sea de paso, es lo que caracteriza tanto al que se hace pendejo como al que, con la práctica del día a día, se ha hecho un experto en incurrir en una pendejada tras otra. 



Una vez ubicado el lector, podrá disfrutar de que haga hincapié en que un ser humano como tal, mientras que se encuentre respirando en un cuerpo que se convertirá en polvo, tiene la posibilidad de ser él mismo o ella misma independientemente de la naturaleza de sus genitales y sin tomar en cuenta el efecto que dicha tendencia a ser auténtico, pueda generar en unos mequetrefes que por ignorar la diferencia que existe entre el SER y el aparentar, desconocen que IMITAR es más propio de un antropoide que de un ser humano que se respete a sí mismo. En caso de que el lector estuviera atrapado por una enfermiza tendencia al melodrama que le prohíbe disfrutar plenamente del placer de estar vivo, le reitero que continuar con la lectura de este artículo puede ser contraproducente, en el peor de los casos, o  favorable en el caso de que se haya cuestionado, con la profundidad del que está realmente harto de tanta superficialidad, si puede haber algo que vaya más allá del adoctrinamiento social al que son sometidas, mediante el sistema escolar imperante y, con el apoyo de unos progenitores mitad persona y mitad primate, casi todas las divinas criaturas que nacen en una forma humana con la certeza de que pueden salir de ella ya sea habiendo disfrutado plenamente de dicha experiencia, o con la sensación de descontento del que reconoce, tras el último suspiro, que ha respirado en vano en un cuerpo cuya mortalidad siempre estuvo 100% garantizada.

Debido a que el desprecio de una persona con mentalidad de simio me resbala, y dado que una entidad que aparente ser un ser humano tiene la posibilidad de serlo más allá de las apariencias, con la siguiente imagen me aseguraré de que el lector capte la conveniencia o inconveniencia de que se deje atrapar por el mensaje que este artículo trata de trasmitir. Y supongo que ya sepa lo que tiene que hacer, en caso de que dicha imagen le pueda servir de espejo en el que pueda verse reflejado/a, porque cuando el mono se irrita inmediatamente se le dificulta aún más lo de vivir aparentando que es un ser humano. 



Por haber convivido con ellos simplemente porque nunca se me ha ocurrido sentirme por debajo o por encima de cualquier otro ejemplar del género Homo sapiens, me consta que los telenoveleros son aquellos que se dejan influenciar por el degenerado mensaje que trasmiten esas telenovelas en las que los buenos manifiestan una bondad que colinda con la pendejez absoluta y los malos exhiben una maldad que deja fehacientemente (quitándole la “h”) demostrado que hasta para ser malo, hace falta contar con la claridad que emana de una chispa de inteligencia. Me gustaría destacar que lo degenerado del mensaje que las TARANOVELAS trasmiten, no se basa precisamente en la escases de sesos de los artistas que tienen que presumir de un talento que no pueden hacer patente, ni en las exageradas o casi pornográficas muestras de afecto que suelen brindarse los protagonistas sino en que en dichas telenovelas, se pone de manifiesto que la diferencia de clases en una sociedad compuesta por seres humanos resulta algo normal y para colmo de males…se relaciona al amor con un sentimiento capaz de compensar la ausencia de confianza del que no puede amarse a sí mismo y por consiguiente, tiene que basar su aparente dicha en el encuentro con alguien que con semejante insuficiencia, se atreva a amarle hasta que la muerte le haga un grandísimo favor. Y ya que hago mención de ese momento en el que la vanagloria de un pendejo se desinfla, cual pedo que ha sido retenido más tiempo del recomendable, voy a insertar esta imagen con una útil advertencia que tal vez le sirva a alguien para quitarse de encima, una carga cuyo peso, además de insoportable, le impide viajar por su vida ligerito de equipaje.



Teniendo esto en cuenta, no es de extrañar que los espectadores de telenovelas o taranoveleros; de ordinario protagonicen historias de las que no se sentirán muy orgullosos que digamos… cuando tengan que enjuiciar sus actos a la luz de sus propias conciencias. Como siempre me ha parecido que lo cursi no supera sino más bien ni le llega al calcañal a lo que ordinariamente la realidad revela en vivo, en directo y a todo color; puedo declarar que sin tener que convertirme en una adicta a la FICCIÓN que se experimenta mediante el uso de las puñetas mentales, he visto a hermanos unirse tan sólo para intervenir en la vida de un hermano que se ha decidido a ser dichoso por encima de las habladurías de la gente amargada, aborrecible y metiche, he sentido el hastío que resulta de compartir con amistades que afirman serlo; a pesar de que ponen de relieve un comportamiento tan autodestructivo como el de una célula cancerígena, he tenido que enfrentarme con unos hijos que se creen con el derecho de fiscalizarle la vida a su “querido” progenitor y también me las he visto “cara a cara” con gente tan detestable como los villanos de telenovela que, a pesar de estar podridas en dinero, actúan tan miserablemente como para suponer que un ser humano vale por lo que tiene y no por lo que realmente ES más allá de su efímera apariencia.

El problema de los telenoveleros es que, como creen que la vida es una tragicomedia, en el peor de los casos, o un melodrama, en la más patética de las situaciones; no conciben la posibilidad de que la vida pueda ser una fiesta en la que la existencia, puede darse el lujo de poner de manifiesto su infinito potencial. Es por ello que a los telenoveleros  se les hace fácil creer que tienen derecho a intervenir en las vidas ajenas con el objetivo de estropearlas tanto o más, de lo que ellos tienen la propia. Y para nadie es un secreto el perjuicio que le puede ocasionar a una relación, ya sea entre padres e hijos, amigos o amantes, la insidiosa secreción que a manera de chisme, brete y chanchullo, exudan esas desgraciadas entidades que dada su malsana inclinación a estar metiendo las narices dónde no las llamado, son reconocidas como las alcahuetas, intrigantes y entrometidas que son. Llegado a este punto y debido a la tendencia a la novelería de esos tarados que hacen hasta lo incalificable por aparentar lo que no son ni en sus sueños, me parece oportuno insertar una imagen que le podrá gustar a cualquiera excepto en el caso de que quien la observe, se identifique con un corresponsal de “Telechisme” o un locutor de “Radiobemba”.


Llegado a este punto del artículo y, esperando que el taranovelero que haya puesto sus pupilas en él me disculpe por desenmascararlo y si no me disculpa, ¡mejor!, lo lógico sería que dejara para los taranoveleros unos pocos tips que tal vez le podrían servir al lector digo… si fuese de esas insensibles personas con una sensiblería que sobrepasa con creces a lo que se le conoce por cursi, para al menos ponerse a pensar en la posibilidad de dejar de aferrarse a la taranovelería que, dicho sea de paso y sin esperar que me disculpen los tarados que manipulan los medios de difusión masiva, es un inmundo subproducto de una teledictadura orientada a hacer de una criaturas divinas, unos miserables abortos de la naturaleza que se resignen a ser víctimas de unos perniciosos lobos que, para poder mantener un poderío que a la luz de la eternidad dura lo mismo que un merengue a las puertas de un colegio, se disfrazan de machos cabríos o se exhiben como cabrones líderes de manada. 

Quien se haya rebajado su divino entendimiento al escaso poder de discernimiento que puede poseer un orangután, por eso mismo no podrá captar la descomunal diferencia que existe entre un líder de manada que, con el pretexto de dirigir a las generaciones nuevas, les enseña un cúmulo aislado y absoluto de doctrinas, y les predica al oído, antes que la dulce plática del amor, el evangelio bárbaro del odio y un faro de luz que le sirva a la humanidad para salir de esa oscurantista Era en la que, para poder vivir en santa paz, son necesarias las “guerras santas”, por lo que antes de proseguir me gustaría insertar aquí una imagen que sirva para poner de relieve dicha DIFERENCIA.




Para empezar debo advertirles a quienes cometen el megadisparate de sufrir con lo que otro goza que la envidia, es una emoción malsana que acaba por perjudicar seriamente al que le da abrigo en su pecho mientras que para el envidiado, suele ser un afortunado adversario. Luego tengo que señalarles, a quienes toman a los protagónicos de las taranovelas como ejemplos de conducta dignos de tomar en cuenta, que cuando alguien se queja por haber chocado con la CRUDA realidad es simplemente porque se trata de un pobre pendejo que, por creer que puede conseguirse un permiso que le autorice a ser un INCONSCIENTE de por vida, se ha acostumbrado a permanecer en la celda acolchonada que han erigido sus puñetas mentales; ataviado con la camisa de fuerza que le confeccionara la ignorancia para que nunca supiera lo que hace ni tuviera la madurez que se necesita para poder responsabilizarse por las deplorables consecuencias de cada uno de sus desvaríos. 

Y por último me complace poner a disposición de cada taranovelero que tenga la fortuna de tener este artículo en sus manos, una imagen de sí mismo/a que quizás pueda disuadirle de seguir tratando de aparentar que es un ser humano, mientras que actúa una y otra vez como si fuera un antropoide socialmente adoctrinado. No sin antes advertirle al taranovelero que haya llegado hasta aquí que la vanagloria de la que se alimenta, por haberse amputado el sentido del gusto, no es ni más ni menos que un pedo existencial que, al ser retenido por más tiempo del prudencial en el interior de una vasija de barro, sólo sirve para inflar la importancia personal de un idiota que lo único que puede atesorar en su cavidad craneana es disentería cerebral. Y siendo así a un taranovelero… ¿quién podría tomarlo en serio?



Nunca me parece suficiente cuando se trata de darle chucho a esos pobres mequetrefes que, para poder comportarse como si fueran seres humanos, necesitan guiarse por un “Manual de Buenas Maneras” o por algún “Libro Sagrado” en cuyos textos se defecan cada vez que aconsejan a los demás que hagan lo que ellos dicen pero no, lo que ellos hacen. Pero me parece que ya dejé claro que a los telenoveleros se les dificulta captar lo que resulta tan evidente que para notarlo, ni siquiera es preciso hacer uso del lenguaje oral o escrito, por lo que antes de buscarme más problemas de los que he tenido al trata de “socializar” con ellos; me dispongo a ponerle punto final al tema que pone a los TARANOVELEROS al descubierto no sin antes insertarles una imagen que procura ponerle fin, de una vez por todas, a ese mal que convierte a un ser humano con el potencial de sentirse plenamente satisfecho, en un mamerto con horchata en las venas que no puede celebrar la existencia por la sencilla razón de que, aunque aún respire, está más familiarizado con la muerte que con la vida. Supongo que el taranovelero que crea que el propósito de su efímera existencia en una forma humana sea limitarse a ser un aborto de la naturaleza que con sus “buenas intenciones”; adoquine el camino hacia su propia perdición, considere conveniente pasar por alto lo que dicha imagen sugiere pero, por su propia conveniencia, le propongo que antes de cometer semejante barbaridad consigo mismo se esfuerce por activar el potencial que posee para, antes de hacer algo de lo que más tarde o más temprano tendrá que arrepentirse, ponerse a pensarlo por un par de veces al menos.

Y sepa el taranovelero que se sienta honrado de serlo que si le brindo un remedio tan eficaz a su tan malsana actitud, no es precisamente para que me honre con un aprecio que hacia sí mismo no puede sentir ya que para mí sería un mayor honor que me echara en cara su desprecio porque, cuando de un taranovelero se trata, me pasa con él o con ella lo mismo que con las cucarachas y es que mientras más lejos deseen estar de mí, mejor que mejor… Y al taranovelero que ya se sienta harto de ser una víctima más de la teledictadura que transforma a un ser humano en un TARADO le garantizo, que la imagen que cierra con broche de oro este artículo, le puede servir como incentivo para inspirarle a ser uno más de los tantos seres humanos plenamente satisfechos que marcan la diferencia entre un apagado cirio pascual; que sólo de Pascua a San Juan se enciende, y una vela prendida que es capaz de prender a varias velas que se encuentren apagadas. Pues, en un mundo gobernado por el oscurantismo y la superchería, es de esa manera que se hace la LUZ.







No comments:

Post a Comment