Monday, May 27, 2013

"¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?"



Antes de explayarme en el tema del que tratará este artículo, debo señalar que este planeta está plagado de gente que necesita ser pastoreada por algún lobo disfrazado con piel de macho cabrío y estos resignados borregos con humana apariencia, al no usar la capacidad de pensar por sí mismas que posee cualquier ser humano que no esté dispuesto a dejar de ser persona; con tal de obtener la aprobación de alguien, al no saber lo que piensan tampoco pueden saber de qué están hablando y muchísimo menos podrían animarse a caminar el trecho que va de las palabras a los hechos. Y como cabe la posibilidad de que el contenido este artículo; caiga en las extremidades delanteras de cualquier blandengue que forme parte de la manada social pastoreada por cabrones lobos con apariencia humana y malsanas intenciones, será mejor que advierta que para leer algo que pueda dibujar con palabras la realidad de la que están alejados esos ilusos que viven hundidos en sus puñetas mentales, es preciso hacer uso de la chispa de claridad que cada ser humano que pisa la faz de la Tierra; posee en su corazón. Divino fulgor que, como los rayos del sol en cada nuevo amanecer, posee el atributo de expulsar esas sombrías inclinaciones que envilecen al ser humano más conocidas por miserias humanas. 


Ahora, si algún ignorante que, en su fugaz paso por este planeta, prefiriera actuar como un mendigo que lleva consigo un invaluable tesoro del que no hace uso por anteponer la bolsa a la vida, se atreviese a leerlo; sepa que la responsabilidad por herir sus susceptibilidades recaerá sobre él o ella simplemente porque sobre aviso, no hay engaño. Como me consta que el entendimiento en aquellos que se han hecho expertos en complicarse la existencia, oscila entre lo nulo y lo vacío sobre todo cuando de ponerse al servicio de la sencillez se trata; insisto en señalarle al lector que este artículo no versa sobre esos tantos y tan variados temas en lo que cualquier persona puede profundizar sin por ello, obtener algo de consistencia en la confianza que debería sentir en sí misma. Más bien trata sobre la vida, ese invaluable regalo que nada hicimos para merecer y que sin embargo damos por hecho, cuando no somos capaces de agradecerlo de corazón al menos hasta que ya es demasiado tarde para que la gratitud, ese sublime sentimiento que se demuestra más con hechos que con convencional parloteo, pueda hacer nido en el pecho del moribundo que ha creído estar vivo simplemente por haber tenido uno y otro aliento a su favor. 


No pretendo que un artículo que resalte que la única buena noticia que podemos recibir es la de que estamos vivos, tenga alguna aceptación entre esos mequetrefes con horchata en lugar de sangre en las venas que consideran conveniente complicarse la existencia, y para colmo de males… suponen que la vida es un insustancial suceso con un toque de amargura que hace que morir, sea algo que valga la pena. Para este tipo de gente con una perspectiva tan ruin que se atreve a juzgar la vida de tan miserable modo, dejo esta imagen que puede servirles de espejo puesto que cuando el propósito de celebrar una existencia que es fugaz e irrepetible se tergiversa, es normal que se use la abertura bucal para evacuar la disentería cerebral que a manera de información banal se encuentra contenida en la cavidad craneana y para expulsar los pedos existenciales que comúnmente se acumulan, en quienes no poseen la suficiente lucidez como para poder distinguir la abismal diferencia que existe entre celebrar la vida y amargarse la existencia.



Por si no bastara con verse reflejado en la imagen anterior me permito aclararle, al lector que haya confundido su abertura bucal con el orificio anal que le permite expulsar las sustancias de desecho a manera de materia fecal, que la diferencia entre lo sublime y lo ridículo salta a la vista. Y por si aún no lo ha notado, puedo declarar que es un placer señalarle que basta con haber observado detenidamente a un descerebrado pendejo inflado de pestilentes flatulencias, para que desde entonces uno posea la facultad de poder detectarlo  a simple vista,  y a pesar de que el pobre pedorro hace hasta lo indecible por disimular los esfuerzos que hace para poder mantener una patética armonía entre un complejo de inferioridad y unos delirios de grandeza que le permiten jugar a la vez el papel de víctima y el de verdugo. 

Si ha tenido uno esa posibilidad en esa significativa etapa infantil, en la que simplemente observamos pero sin juzgar; según los parámetros de una mentalidad socialmente adoctrinada, puede uno considerarse doblemente afortunado puesto que en un mundo plagado de insatisfechos que buscan la plenitud fuera de sí mismos, es imprescindible saber quién es quién antes de atreverse a relacionarse con un desquiciado mental que sólo puede verlo a uno como si fuera uno otro orate más o en el peor de los casos…. confundirle con el psicoanalista que, por pendejo, no le cobra las consultas. Me temo que este comentario le haya caído como electroshock con descargas de 440 voltios, al chiflado que se haya identificado con la definición gráfica del “Caraéculo” por lo que es menester que aproveche para insertarle una imagen que, de manera subliminal, le indicará con certeza que para el farsante que se haya hecho experto en engañarse a sí mismo tiene que resultar normal que la verdad… pique y mortifique.


Llegado a este párrafo, supongo que el lector haya notado que no es suficiente poseer una abertura bucal y unas cuerdas vocales en perfecto estado para poder expresarnos con propiedad o sea,  sabiendo exactamente de qué estamos hablando. Y al respecto no me dejarán mentir esos demagogos discursos de unos patrañeros que se deshacen en promesas cuyo cumplimiento; ponen en manos de un futuro incierto para evitarse la molestia de consumarlas en un presente inmediato. No me gusta poner en tela de juicio al opio que adormece a las muchedumbres adoctrinadas para poder respirar el hedor que desprende la ignorancia, porque sé que cada cual es responsable del tipo de estupefaciente que consume y está documentado respecto a las consecuencias de la ingestión de soporíferos; pero como esto es algo que se puede percibir simplemente echando un vistazo a menos que sea uno como ese ciego que no quiere ver teniendo luz en sus pupilas, me gustaría destacar que no es mucha la diferencia que existe entre lo que hacen los charlatanes disfrazados con piel de macho cabruno que sufren de complejo napoleónico y la labor que realizan esos predicadores que se atribuyen la potestad de declararse intermediarios entre una criatura divina y SU divino creador, mientras que son incapaces de predicar poniéndose como ejemplo a ellos mismos sobre todo en eso de amar a Dios por sobre todas las cosas de este mundo, incluyendo en esas “cosas” al capital que no procede precisamente del reino de los cielos. Resulta que son muy pocos los que en este planeta conocen, en verdad, la diferencia que existe entre lo que se puede conseguir con dinero y lo que, por su autentico e incalculable valor, no se puede obtener ni con todo el oro del mundo, por eso es preciso que inserte aquí una imagen que expresa dicha diferencia de una manera tan categórica, que habría que ser pendejo para pasarla por alto.



De esos propagadores de ideas sublimes que supuestamente resultan irrealizables, al menos durante esta existencia terrenal y mientras que se sienta uno culpable hasta de los pecados jamás cometidos, un maestro que sí sabía de lo que estaba hablando por ser capaz de revelar la verdad desde su mismísimo corazón, expresó públicamente:

“Así pues hagan ustedes con los demás, lo que quieran que los demás hagan con ustedes. Y cuídense de esos mentirosos que pretenden hablar de parte de Dios. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas pero por dentro, son lobos feroces. Ustedes los pueden reconocer por sus acciones pues no se cosechan uvas de las espinas ni higos de los cardos. De modo que ustedes los reconocerán, por sus frutos”.

Me consta que existen cristianos que todavía no captan cuán significativa es esta advertencia, para poder comprender el motivo que hace más de dos mil años impulsara a unos fanáticos a ejecutar a un Ser que, incluso en una Era en la que imperaba el oscurantismo, la engañifa y la prepotencia de unos maniáticos con complejo napoleónico, fuera capaz de trascender su condición humana al ponerse en contacto con su naturaleza divina. De modos que a esos “engañados” que defienden con malsana intransigencia, unas creencias que tienen que ser inculcadas y que desestiman el valor de un conocimiento que se reside en el corazón de cada individuo de la raza Homo sapiens; me gustaría dejarles esta imagen que trata sobre el predicar sin dar el ejemplo y con ella, una invitación para que quienes no comprendan de lo que se está hablando aquí, hagan uso de un potencial que hace del ser humano una criatura regia, divina y maravillosa que como tal, puede situarse por encima del lodazal donde pululan esas miserias humanas que sólo sirven para emponzoñar el alma. 



Si no sufre el lector de algún tipo de anomalía que le impida mantener la coherencia entre lo que piensa, lo que dice, lo que hace y lo que ES; entonces le será fácil sospechar el verdadero motivo de que este artículo pueda ser visceralmente rechazado por esas personas que con cada uno de sus actos; dejan demostrado que no guardan coordinación alguna entre los antes mencionados procesos que, dicho sea de paso, son comunes en cualquier Ser de naturaleza divina que transite por la eternidad fugazmente ataviado, con una humana apariencia. Sucede que de lo que se habla aquí, no es acerca de esas delirantes fantasías que alucinan esos desdichados orates que, al no estar en pleno uso de sus facultades mentales, se encuentran tan alejados de la realidad que cuando esta se les aparece de pronto en lugar de poder simplemente abrazarla, lo que sucede es que se dan un encontronazo que puede que les sirva tanto para dejar de hacerse pendejos de una buena vez; como para aferrarse aún más a esa enfermedad que amenaza con convertirse en pandemia y que podría ser científicamente nominada como: pendejitis aguda. Aquí se está opinando sobre lo que resalta a la vista y de paso poniéndose de relieve que la clasificación de los seres humanos socialmente adoctrinados en: sumisas bestias de rebaño ovino y prepotentes alimañas con delirios de grandeza; no sólo es algo de por sí inadmisible sino que es una aberración que cualquier ser humano que albergue algo de integridad en su interior debería denunciar, donde quiera que su humanidad haga acto de presencia.

Y para respaldar esta afirmación con un hecho, voy a dejar aquí una imagen que revela una abominable circunstancia con la que no me conformo ni me conformaría jamás y en la que afortunadamente no tengo participación alguna; ya sea jugando el papel de víctima o el de verdugo. Sé que la misma va a herir la susceptibilidad de quien sea que considere normal y como la mera consecuencia de la aplicación de un divino decreto, a un alienado sistema que glorifica la explotación del hombre por el hombre y valoriza a un ser humano por lo que tiene y no por lo que realmente ES, pero como no estoy especialmente interesada en relacionarme, en modo alguno, con seres irracionales con apariencia humana  que se crean inferiores o superiores a otros seres vivos que habitan sobre la superficie terrestre, bien puedo correr ese riesgo al publicarla.


Mientras que los idealistas, esos puñeteros mentalistas que entre todas las pendejadas que clasifican como dogmas irrefutables; está la de pretender que se puede lograr un mundo en paz mediante la práctica periódica del exterminio masivo de valiosas vidas humanas, se esfuerzan por masticar y digerir el mensaje de la imagen anterior, aprovecho para proponer que le paremos a eso de menospreciar a un logro obtenido por la raza humana y que nos diferencia del resto de los seres vivos que pertenecen al reino animal, tratando de usar el lenguaje, tanto oral como escrito, para expresar ideas que podamos respaldar con hechos concretos y antes de expresarlas, que nos detengamos a pensar para determinar con precisión si dichas ideas pueden marcar la diferencia entre lo trascendental y lo intrascendente. En caso de que al lector le interese dicha propuesta es un placer felicitarle ya que lo que más abunda en este planeta, son sujetos que se muestran encantados con la idea de hablar sin saber del tema que están hablando más que lo que han podido captar, con el uso del 3% de una red neuronal de cuya existencia y potencial ni siquiera se dan por enterados. 


Sucede que cuando no sabemos de qué estamos hablando, cometemos errores tales como el de exigirle a un hijo, a un pariente, a un amigo, a un amante o en el peor de los casos, a un progenitor; que se ocupe de llenar unas expectativas de las que no son responsables ni el hijo, ni el pariente, ni el amigo, ni el amante ni el progenitor que según el equivocado, naciera en este mundo con el único propósito de complacer los designios de un pendejo que ni cuenta puede darse de que no es el astro rey alrededor del cual giran los planetas y mucho menos el ombligo del universo. Por eso no de extrañar que nos encontremos con progenitores que, incluso siendo expertos en amargarse la vida y obstaculizársela a otros, definitivamente no saben de qué están hablando, cuando se la pasan exigiéndoles a sus hijos el que estos sigan sus vacilantes y ridículos pasitos marraneros. Para estos progenitores que exigen a sus hijos que se conviertan en unos infelices mequetrefes que en lugar de ser auténticamente dichosos, tengan que hacer alarde de haber cometido el disparate de IMITAR un ejemplo tan nefasto y despreciable por demás, tengo una imagen que tal vez pueda servir para que reflexionen y así, antes de que sea demasiado tarde puedan dejar de confundir a una divina criatura que, en verdad, es hija de universo; con un chimpancé amaestrado que tiene que bailar al ritmo que el organillero esperpento le toque.


Por más descabellado que parezca, también se ha hecho muy común ver a un neurasténico amante cuya confianza en sí mismo se puede poner en tela de juicio y que resulta obvio que no sabe de qué está hablando, cuando se atreve a exigirle a su “adorado tormento” una obediencia muy similar a la que se espera de una mascota mientras que el exigente lunático, demanda que se le respete el derecho a hacer lo que le dé su reverecunda gana. No creo que se desconozca la existencia de esas supuestas amistades que, ofreciendo lo peor de sí mismas al ofrecer hipocresía en lugar de la sinceridad que siempre favorece y si lastima… sería sólo al mequetrefe que prefiere mentirse a sí mismo, exigen que el amigo o la amiga le ofrezcan únicamente lo mejor de sí mismos. Cualquiera puede haber sufrido en carne propia a esos inoportunos e impertinentes parientes que, a pesar de ser partícipes de un sinnúmero de sucesos más propios de un manicomio que de un entorno donde lo familiar no le reste crédito a lo tolerable, es obvio que no saben de qué están hablando cuando se toman la atribución de dar consejos tan absurdos como ellos mismos y encima de eso, todavía pretenden que tales disparates sean seguidos al pie de la letra.

Como no se le pueden pedir peras al olmo, considero que lo mejor que se puede hacer con estos seres queridos es insinuarles que visiten a un psicoanalista capaz de diagnosticarles, mediante la sencilla aplicación de un simple test mental, el tipo de monomanía que padecen. En caso de que luego de dicha sugerencia el desequilibrado mental le replique que el que está loco es Ud., entonces mejor decídase a seguirle la corriente total que no será precisamente Ud., quien tenga que estar poniendo en dudas  constantemente a algo tan imprescindible como la lucidez. Por si las dudas… voy a insértales esta otra imagen.



No es que crea que a algún pariente de los que todavía respiran en un cuerpo que hay que abandonar tras el último suspiro; le queden ganas de saber  sobre lo que opino acerca de los parientes que no saben de qué están hablando, cuando pretenden que uno haga lo que ellos dicen y no lo que ellos hacen pero por si las moscas… voy a dejar aquí una imagen que explica magistralmente el verdadero motivo de no sepamos de qué estamos hablando, cuando pretendemos dirigir la vida del prójimo mientras que con cada uno de nuestros actos, dejamos demostrado no poseer ni el más mínimo control sobre nosotros mismos.

Como dato curioso me complace dejar dicho, que según quienes han investigado acerca del uso de una red neuronal cuyo potencial es infinito, el premio Nobel Albert Einstein usaba únicamente un 10% de su red neuronal y el humano ordinario, para tener una vida donde lo extraordinario resulta también irrealizable, se conforma con emplear el 3%  excepto en el caso de quienes, sin haber nacido con algún tipo de retardo mental, actúan como si les hubieran realizado una lobotomía parcial sin que ellos hayan dado un consentimiento previo. Ahora ya no me queda más que rezarle al Omnipotente poder que me permite sentirme viva cada instante que me regala, para que este escrito, con la imagen que muestra a continuación, no caiga en manos de un cabeza de chorlito que, para poder aparentar ser un ser humano en sus cabales, haya considerado apropiado reducirse el cerebro al tamaño de un garbanzo relleno de vanagloria que sólo le sirve para no quedarse comiendo hierba, cuando pasea por un pastizal y, por no ver por donde camina, tropieza con una piedra.


Y por último pero no por eso menos importante, es el caso de esos demagogos líderes de manadas que, ignorando que la autoridad debe estar sustentada por la sabiduría en lugar de estar apoyada en la prepotencia de un primate con delirios de grandeza y olvidando que se debe predicar con el propio ejemplo, no saben de qué están hablando, cuando se atreven a exigirle a las masas que le secundan que defiendan hasta con sus propias vidas, la ejecución de las ideas de un lunático que en lugar de tener sus posaderas achantadas sobre el cojín de una silla presidencial, debería tenerlas colocadas sobre la acojinada superficie de una celda acolchonada. 

Como nunca falta el idiota capaz de negar lo que resulta evidente, ni el cobarde que no se atreve a denunciar lo que salta a la vista, ni el pendejo demagogo que ignora eso de que: se puede engañar a toda la gente durante un tiempo, y a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, mejor pongo un ejemplo de este último caso y si se va a formar… qué se forme pero concuerdo con Bertolt Brecht en que: “Cuando la mentira comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”.



Como advirtiera un ser humano plenamente satisfecho que proclamara que SU reino no era de este mundo, trato de no  darle las cosas sagradas a los perros para que no se vuelvan contra mí y evito, en la medida de mis posibilidades, no echarle mis perlas a los cerdos no sea que las pisoteen pero como resulta imposible que este artículo no caiga en las patas delanteras de algún subyugado sabueso socialmente adoctrinado que aparente ser persona, o en las pezuñas de un prepotente marrano con complejo de alcancía y manía de grandeza, es menester que señale que a quienes no se sientan capaces de ser un fiel instrumento para que la verdad se exprese sin tapujos de ningún tipo; no les queda ninguna otra opción más que la de convertirse en insensibles e inexpresivas marionetas cuyos hilos manipula la ignorancia.

Para profundizar en dicha declaración que, dicho sea de paso, hago percatándome acerca de qué estoy hablando y, a sabiendas de que herirá la susceptibilidad del mamarracho que se sepa víctima del autoengaño y que no quiera hacer absolutamente nada para dejar de serlo, me dispongo a darle fin a este escrito con una imagen que, en el caso de que el lector no haya caído en la esclavizante rutina de menospreciar la posibilidad que tiene cualquier ser humano de expresar libre y espontáneamente lo que su corazón desea revelar; puede servir para inspirarle a extraer de sí mismo una grandeza que definitivamente no puede ponerse de manifiesto, en alguien que insista en juzgar a la vida como una experiencia trivial que sólo le permite sobrellevar la mediocre condición del que está obligado a mendigar la aprobación de otros, porque no es capaz de aceptarse a sí mismo tal cual ES.

Y si fuera el lector de esos fantoches que prefieren ser mediocres de por vida, antes que disponerse a hacer el esfuerzo que se requiere para poder extraer de uno mismo su propia grandeza, y me refiero a una grandeza que para brillar con luz propia no precisa de encaramarse en un pedestal, entonces antes de insertar la imagen que pondrá fin a este artículo le voy a presentar una recomendación hecha por William Shakespeare y confío en que este famoso dramaturgo inglés, tenga más suerte con esos desentendidos que no se entienden a sí mismos y a quienes no se les puede hacer entender ya sea con muchas o con pocas palabras: “No temáis a la grandeza; algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a otros… la grandeza les queda grande”.

















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