Entre todas las fechas que han tenido para mí algún significado se
encuentra el día primero de mayo. Y no es por ser este, el día que quienes
llevan siglos controlando al rebaño humano decretaron como el día del
trabajador pues me parece que celebrar una vez al año, que uno en su efímera
existencia no es más que es un resignado esclavo de un sistema esclavista; no
es tan sólo un disparate colosal sino que es algo que deja demostrado que la
dignidad inherente a un ser humano en este mundo, es algo de tan escaso valor
que se puede cambiar por una módica suma de dinero a la que le llaman: salario.
No pretendo que muchas personas estén de acuerdo conmigo en eso porque a la
legua se nota que la mayoría de la gente, aboga más por mantener el status quo que por un cambio radical de
un sistema que se apoya nada más y nada menos, que en la explotación del hombre
por el hombre.
Pero antes de entrar de lleno en tema tan escabroso, dado que la esclavitud
en este planeta más que un régimen degradante es un modus vivendis, debo destacar que recuerdo el primero de mayo por
haber celebrado de un modo u otro el cumpleaños de una amiga que, después de
veinte años y con una actitud que desmentía lo que sus palabras pretendían
manifestar, me dejara demostrado que resulta contraproducente mostrar
generosidad con una persona que se sienta miserable y que, para ser amiga de
alguien, lo primero es asegurarse que uno no sea de sí mismo su más virulento
adversario. Y como tal vez tenga algo que ver eso de estar hundido en la rutina
de un esclavo asalariado, con esa sensación de insatisfacción que hace que un
ser humano se preocupe más por el día de mañana que por el de hoy lo cual hará,
inevitablemente, que se pase de ahorrativo para caer en la mezquindad; en
memoria de esa amiga que, al presumir durante un tiempo de una amistad que no
sentía hacia sí misma, me recuerda esta breve estrofa de un poema cuyo autor es
Juan Carlos Aragón Becerra: "Un amigo es un amigo, me dijo un amigo
mío, que era tan amigo mío y tanta amistad la nuestra, que no supe que pensar…,
pero le dije muy dolido: un amigo de verdad, no lo dice y lo demuestra.”, me
complace traer a colación una cuestión que ni siquiera se cuestionan esas
personas que hacen alarde de saberse de memoria los textos bíblicos y que los
cotorrean así, sin más ni más y sin siquiera uno habérselos pedido, y que trata
sobre saber exactamente ¿para quién uno trabaja”.
Bueno, en caso de que el salario que uno obtiene de
doblar el lomo ante un parásito que quiere vivir del sudor del de enfrente,
sirviera para obtener cosas que no son cosas pero que SÍ son sagradas, al menos
para quien sea un ser humano que como tal…, lo único que requiera sea sentirse
plenamente satisfecho, tales como: la compasión abierta, la paz interna, la
salud física y mental, la dicha verdadera, el amor que se puede expresar desde
el corazón porque el que supuestamente acontece a nivel de los genitales es una
expresión de lujuria, la claridad que sirve para poder verlo todo, y demás tesoros que no
pueden comprar ninguna cantidad de billetes; opinaría que el esclavismo
asalariado es un régimen efectivo pero como no es así, me complace insertar
aquí una imagen que caricaturiza magistralmente la relación que en este planeta
se da entre los ricos y los pobres que son igual de mezquinos, porque ambos,
tanto amos como sirvientes, sólo están pendientes de lo que se puede conseguir
con dinero.
No sé cómo le resultará a quien se haya resignado a sobrellevar lo
inaguantable pero a mí me resulta realmente alarmante el que un ser humano, en
su fugaz paso por este magnífico planeta, se destaque por considerar
conveniente degradarse a la condición del lobo del hombre que no tiene el
suficiente valor como para comportarse como el ser regio, divino y maravilloso
que ERA antes de encarnar en un cuerpo físico, ES residiendo en un cuerpo
físico y SERÁ luego de el cuerpo físico se haya reducido a su mínima expresión.
Y tan alarmante me resulta tan degradante actitud en una entidad con un
infinito potencial listo para desplegarse segundo a segundo, que me he visto
impulsada a denunciarla aún sabiendo que el derecho a la libertad de expresión en
este mundo, se limita a poder expresarse abiertamente a favor de un sistema
que, a ojos vistas, niega la verdad esencial de que TODOS somos UNO al implantar la degradante división de ejemplares
de la raza Homo sapiens, en estratos sociales más conocidos por: clase alta, clase media y clase baja. Como
he contemplado que dicha división resulta normal
para la mayor parte de la población mundial, a riesgo de que se tache de anormal a un prestigioso y magistral
ser humano; me dispongo a insertar una imagen y sólo me queda esperar que quien
no se haya reducido su innato poder de discernimiento al nivel de raciocinio de
una ameba, pueda captar fácilmente la advertencia que la cita nos trata de
trasmitir.
Y como si esto no fuera una aberración de por sí, más propia de una
disfuncional entidad que de un ser humano en su sano juicio, resulta que dicha división clasista depende del poder
adquisitivo del sujeto que admite que su valor, como ser humano, está dado por
la cantidad de dinero que logre acumular dentro de una bóveda bancaria y aunque
dicha creencia, por absurda, le obligue a albergar en el interior de la bóveda
craneana una cantidad extraordinaria de materia fecal que, al expresarse de
manera oral, será expulsada por el orificio bucal a manera de disentería
cerebral. Y no me dejarán mentir al respecto todos esos demagogos mequetrefes
que, al hacerse expertos en engañarse a sí mismos, se caracterizan por hacer
promesas sin la intención de cumplirlas, como sucede con esos politiqueros de
pacotilla cuya rimbombante oratoria trata de encubrir sus sórdidas intenciones
y que sólo pueden engañar a otros que,
como le sucede al sujeto con delirios de
grandeza, también estén de acuerdo en engañarse a sí mismos. He aquí la
explicación de que los infelices que se consideran de la clase baja, se nieguen a pensar por sí mismos y por consiguiente
precisen de ser dirigidos por embaucadores que se consideran de la clase alta.
Si se jactara el
lector de pertenecer a la mediocre e indulgente clase media, antes de colocar la imagen que puede herirle la
susceptibilidad, debo advertirle que no se debería sentir tan orgulloso de
contribuir a tal estado de cosas, y en este caso me refiero a esas cosas cuya
“sacrosanta” existencia es tan despreciable que no sirve… ni para echársela a
los cerdos.
Tema tan escabroso como el de la esclavitud asalariada que nadie se atreve
a cuestionar, tal vez por temor a ser silenciado como ha sucedido
históricamente con quienes se han atrevido a cuestionar el sistema de clases o
castas, debe ser abordado desde una perspectiva elevada simplemente porque
cuando uno en lugar de caminar, anda gateando o a rastrándose por el piso,
naturalmente tiene de todas las cosas una perspectiva muy limitada. Ahora,
hasta dónde sé, por haberlo experimentado que es muy distinto al “saber de
oídas”, no existe perspectiva más elevada que la de quien está completamente enamorado
porque hasta los poetas que no lo han experimentado más allá de sus puñetas
mentales, han reconocido que el amor es capaz de hacernos sentir que volamos
sin necesidad de tener alas y que por el ser amado podemos hacer cualquier cosa
con una incondicionalidad; que sólo el amor conoce.
Quienes han amado con la misma claridad con la que se han aceptado a sí
mismos, reconocen que el enfoque del amor en el Ser amado es tal…, que tal
pareciera que el resto del mundo resultara irrelevante y más de una persona ha
dicho del amor que este es, sin lugar a dudas, el pegamento cósmico que sostiene todas las cosas. Y siendo así, la
pretensión de una persona de explotar a otra para recibir algún beneficio con
ello está tan lejos de ser un gesto de amor, como lo puede estar un aberrante
aborto de la naturaleza de poder comportarse como un digno ser humano. Es de
esperar que esos fenómenos con apariencia humana que respiran, porque el amor
universal es así de incondicional, no estén de acuerdo con lo que acabo de
afirmar y no me extrañaría que, en el colmo de la ignorancia, proclamaran fanáticamente
que fue a Dios o sea al Amor Universal, al que se le ocurriera hacer realidad
la “sublime idea” de que un ser humano se convirtiera en el lobo de otro ser
humano que, creyendo ser un carnero más de un gran rebaño, se dejara engañar y trasquilar
por ese lobo disfrazado de cabrón o macho cabrío. Afortunadamente nunca se me
ha ocurrido atraerme la aprobación de un fenómeno que considera apropiado
odiarse a sí mismo y que en cambio exige ser amado; sin poder corresponder a
ese amor simplemente por no estar en contacto con la Fuente de la que mana en
abundancia ese elixir que nos hace sentir inmortales.
Precisamente por eso puedo tocar el tema de “la explotación del hombre por el hombre” sabiendo que puede herir
la susceptibilidad tanto del avaro negrero, como del avasallado pendejo que
tenga en suerte posar las niñas de sus
ojos sobre este escrito. Es normal que quien no sienta hacia sí mismo ni el
más mínimo aprecio o se desprecie absolutamente desconozca tanto del amor, que
incluso se pueda engañar a sí mismo creyendo que sus continuas y ridículas demostraciones
de egolatría constituyen sinceras y sublimes expresiones del aprecio que no
siente hacia sí mismo. Por si el lector padeciera de dicha insuficiencia amorosa, aquí le dejo una imagen que tal vez le sirva
para reflexionar y hasta para darse cuenta del megadisparate que está
cometiendo; cuando se niega a reconocer su verdadera naturaleza.
Una vez aclarado eso que no tienen nada claro, tanto los megalómanos que toman
toda una vida para sentirse importantes por esclavizar a otro ejemplar de la
raza Homo sapiens y para lucrar con
la nefasta tendencia del que se resigna a subestimarse a sí mismo, de sentirse
a gusto siendo una víctima de la mezquindad de otro que aparenta ser un ser
humano; necesito hacer hincapié en esa relación que se ha venido dando en este
planeta siglos tras siglos entre el lobuno pastor que, disfrazado de cabrón o
macho cabrío, se adjudica el derecho de trasquilar, por los siglos de los
siglos, a rebaños de carneros que aparentan ser seres humanos. Si perteneciera
el lector a alguno de ambos bandos, conformados por entidades que se hacen todo
tipo de preguntas excepto las esenciales, tal vez se preguntaría de dónde me
viene a mí esa @!#$%^&*?/! tendencia a desenmascarar a ese deplorable binomio
social y no sé si se conformaría con saber que algunos de mis seres queridos,
durante mi niñez, me apodaban: “la oveja
negra de la familia”.
Todavía puedo recordar con nostalgia esa época en la que, aquellos amados
maestros tan expertos en enseñarle a un niño todo lo que NO DEBERÍA HACER; a
menos que quisiera perder de vista a esa sutil línea que separa a lo sublime de
lo ridículo, intentaban inútilmente mostrarme la diferencia que existe entre
tener que encajar en un grupo familiar y encajársela a cada miembro del núcleo
familiar mientras que la niña que todavía vive en mí podía demostrar, con
hechos concretos, que ya sabía en qué consistía dicha diferencia y encima de
eso…que se sentía encantada con poder MARCARLA. Por si acaso… voy a colocar una
imagen que explique el motivo de que a esas pretenciosas personas que procuran
que uno sea como ellas quieren que sea uno, y no lo aceptan a uno como uno ya
ES, las siga queriendo aún pero de lejos nada más por eso que dicen de que el
amor, va en aumento mientras mayor sea la distancia.
No estaría de más señalar que fueron dichos seres queridos, los primeros
que me aseguraron, no sólo con palabras sino con cada uno de sus actos, que la práctica es la que hace al maestro y
sin siquiera sospechar alguno de ellos en lo que practicar el autoengaño los
había convertido de modos que a manera de tributo, a los primeros habitantes
del globo terráqueo en apodarme: la
oveja negra, me complace dejar aquí una imagen que servirá para patentizar que
la diferencia entre una blanca oveja
y una oveja negra consiste en que la
primera, no sabe que trabaja para
intentar satisfacer la inconmensurable codicia de un miserable usurero mientras
que la última, sabe para quien
trabaja y hasta puede percatarse de que su pastor no es precisamente un lobo
disfrazado de cabrón. Tal vez fue a esta oveja
negra a la que se refiriera el maestro Joshua ben José cuando afirmara que:
“los
primeros serán los últimos y los últimos…serán los primeros”. Si
estuviera el lector de acuerdo conmigo aunque sea en eso, puede entonces posar
confiadamente sus pupilas sobre esta
imagen que de ser vista por un lunático, ya fuera el explotado o el explotador,
podría tener el mismísimo efecto de un electroshock.
Si algún lunático hubiera cometido la locura de leer este artículo y llegar
hasta esta coma, es menester que le advierta, a manera de balsámico consuelo,
que en este mundo también se considera LOCURA
al simple acto de denunciar abiertamente lo que se puede notar a simple vista,
así que puede proseguir la lectura con la confianza que de loco a loco no va nada. Aunque no hay que perder de vista que el valor de la locura del que pone en tela
de juicio la cordura de un sistema esclavista, regido por el dinero y sujeto a lo
que se puede conseguir con atesorarlo; es inconmensurablemente mayor que el supuesto
valor de la locura del que ignora que tanta culpa tiene el que mata a la vaca,
como el que le aguanta la pata.
Y ya que no hay peor ciego que ese
disfuncional que teniendo luz en sus pupilas; se niega a ver lo que salta a la
vista, me voy a permitir insertarle a los pusilánimes que toleran convertirse
en los miserables empleados de un avaro, una imagen que trasmite las
consecuencias de poner a un planeta vivo con todos los seres vivos que lo
habitan, a merced de intereses tan despreciables como los que mueven los hilos
de esos mamarrachos que, en la infinita vanagloria que exudan hasta por los
poros, ignoran que todo lo que consideraron como jugosas ganancias en un
pestañazo, del que no se regresa con vida, se convertirán en irremediables
perdidas. Ojalá que por esta vez alguien se percate del mensaje que dicha
imagen, está tratando de comunicar con tremendísima urgencia.
No se mida el lector, a pesar de que carezca de facilidad de palabras, de
criterio propio y de la libertad para expresarse cuando así lo estime
conveniente, si luego de leer todo lo anterior sintiera el deseo de juzgarme
como: disidente, controvertida, impertinente, peleonera o políticamente
incorrecta. Pues ESE es el punto del que puede partir para llegar a la
conclusión de que, de ninguna manera, podrían sus calificativos resultar
ofensivos sino que más bien me parecen halagüeños ya que no es mi intención la
de ganarme el beneplácito de esas personas que hacen hasta lo indecible por
aparentar que son seres humanos, y que entre todo lo indecible que hacen está
el manifestarse como las entidades
conformistas, pusilánimes, mediocres, cobardes y políticamente correctas
que en verdad son.
Por si no se captara fácilmente lo que trato de explicar con peras y
manzanas y, para hacérselo más fácil a quienes se redujeron la habilidad de
pensar y la capacidad de sentir a la mínima expresión; voy a insertar aquí una
imagen de parte de la niña que aún vive en mí y que se niega rotundamente a ser
cómplice de una incalificable situación que ya se pasó de abominable, al menos
ante los ojos de quien no desee otra cosa como no sea sentirse plenamente
satisfecho o disfrutar de estar en santa paz mientras que agradece de corazón,
una vida que nada especial hizo para poder merecer. Y sepan esas lamentables velas que, por estar
apagadas, no sirven para infundirle claridad a este sombrío panorama que
también existen, aquí y ahora, de
esas valiosas velas que, por estar encendidas, pueden aprovechar la posibilidad
que tienen de cumplir el divino propósito para el cual fueron hechas. Lo digo
por si las moscas…
Supongo que quienes no se han tomado ni un instante de sus vidas en
respetarse a sí mismos, digo…, como los seres sublimes que realmente son debajo
de las capas de miserias humanas con las que han recubierto los divinos dones
que corresponden al reino de los cielos,
no esperen que respete a lo irrespetable. Y por si, quien sea que esté leyendo
este escrito, no se ha percatado aún de la diferencia que existe entre lo que
es digno de respeto y lo que resulta peripatético por donde quiera que se mire,
específico que no se puede respetar a alguien que base su propia valía más en
lo que tiene o en lo que hace, que en lo que ES; más allá de lo que está
tratando inútilmente de APARENTAR. Una vez comprendido todo esto, estaría de
más puntualizar mi franca disposición de pasarme por donde mi anatomía forma el
arco del triunfo, a todo aquello que represente a ese depravado sistema que
justifica la prostitución de la dignidad de un ser humano y que, aunque se diga
por ahí que ha sido abolido, ha permanecido inalterable a pesar de presentarse actualmente
bajo la degradante forma de un esclavismo
asalariado. Como en la Declaración
Universal de Derechos Humanos adoptada con gran entusiasmo en 1948, se estipula
que: “Nadie
estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de
esclavos están prohibidas en todas sus formas.”, y la realidad de este
mundo revela todo lo contrario… se me ocurre que, lo estipulado en la Declaración
Universal de Derechos Humanos, al estar escrito en papel, es susceptible de confundirse
con cualquier otro papel que sirva para limpiar el trasero de un gorila con humanoide
apariencia que, como el enajenado emperador Napoleón Bonaparte, padezca de delirios de grandeza.
Siendo así y confiando en que un antropoide
socialmente adoctrinado no tenga el más mínimo interés en ojear este folleto,
voy a recurrir a una imagen que enfatiza con una cita, cual es la verdadera
cualidad del que está dispuesto a denunciar tan degenerada situación y cuál es
la tendencia del que no está dispuesto a renunciar a la denigrante posición de
la resignada víctima que por dinero, vendería su alma al mejor postor o a la
decadente actitud del que hace gala de poseer la pervertida condición del
desnaturalizado esperpento que por dinero, vendería su alma al mejor postor.
Luego de interpretar, con la lucidez requerida para ello, el mensaje de la
siguiente cita, supongo que hasta el más pendejo pueda comprender el motivo de
que el Sr. Martín Luther King haya sido dado de baja de la lista de los vivos y
no precisamente por causas naturales.
Tengo entendido que la libertad de expresión en este
mundo es algo que se limita a un derecho que, al estar escrito en papel, puede
quedarse en las palabras sin que a los cobardes se les ocurra ponerlo de
manifiesto en la práctica del día a día. Esto, por supuesto, resulta muy
conveniente para esos delincuentes de cuello y corbata que al hacer la ley,
también hacen la trampa pero sucede que existen atribuciones que está dispuesto
a tomarse quien, como el loto, posea el atributo de flotar por encima del más
pantanoso estanque y entre esas atribuciones está la de cuestionar abiertamente
a un sistema social que le da más valor al dinero, y lo que con este se puede
conseguir, que a la invaluable dignidad de un Ser cuya condición humana no le
resta nada a su naturaleza divina. Quienes se han vuelto tan flemáticos como
para llegar a creer que el cuerpo humano no puede ser el templo donde una esencia sublime ha querido establecer
su temporal residencia, pueden presumir de platónicos y de aristotélicos si todo
a lo que aspiran es a impresionar a alguien con sus filosóficos conceptos pero,
si lo hacen, háganlo, por favor, teniendo en cuenta que según Carl Sagan:
“Platón y Aristóteles estaban cómodos en una
sociedad de esclavos, enseñaban la desunión entre el cuerpo y el alma, una idea
bastante natural a mi juicio en una sociedad de esclavos”.
La imagen que inserto a continuación, con toda la
intención de que hiera la susceptibilidad de los INSENSIBLES que exhiben una
sensiblería más cursilona que las novelitas de Corín Tellado, puede servirle de
espejo a este tipo de esperpento que, llevando a la divinidad en su mismísimo
centro, prefiere comportarse como un mequetrefe en manos de Don Dinero, ese
trozo de papel moneda que en caso de apuro no alcanza ni para limpiarse el
trasero y que existe para que se pueda proclamar el megadisparate de que un ser
humano vale por lo que TIENE y por lo que realmente ES… su valor es nulo o vacío.
Por eso no es de extrañar que Edine P. Beauchêne, se arriesgara a caerle como
gancho al hígado a esos miserables idólatras que se arrodillan ante el Becerro
de Oro, al expresar abiertamente que: "Los que creen que con el dinero puede
hacerse cualquier cosa, son los que indudablemente están dispuestos a hacer
cualquier cosa por dinero."
Si el termino esclavismo
asalariado le resultara chocante a cualquier negrero empresario que
estuviese leyendo esto, le propongo cambiarle el calificativo al sistema social
instituido sobre las corrompidas bases de la división de los seres humanos en
clases sociales según su poder adquisitivo y la medida en que se renuncie a los
más elementales escrúpulos humanos, por el de desenfrenado consumismo. Da lo mismo pues, aunque no se escriban
igual, uno depende directamente del otro ya que ambos constituyen el círculo
vicioso en el que caen, como cucarachas fumigadas, todas esas personas que
están resignadas a ser, generación tras generación, las trasquiladas ovejas de
un rebaño humano pastoreado por cabrones lobos que, a pesar de disfrazarse de
machos cabríos no son otra cosa que alimañas con delirios de grandeza. No están
los ciegos que no quieren ver lo que resulta evidente, para darse cuenta
fácilmente de que se han condenado a sí mismos, de la manera más pendeja
posible o sea renunciando al poder de un Ser que, incluso en la carne, sigue
siendo regio, divino y maravilloso; a comportarse como las víctimas de unas sanguijuelas
que aparentan ser personas normales mientras que se alimentan del poder al que
el ser humano renuncia, al colocar a su divinidad fuera de sí.
En tal estado de ignorancia, por no decir pendejez
absoluta, es normal que al esclavo que se sienta conforme con que se le explote
como mano de obra le resulte inadecuado el término: esclavismo asalariado, y qué decir del término: desenfrenado consumismo que sirve, nada más y nada menos…., que para
calificar la ocupación para la que están programados todos los esclavos asalariados porque mediante el
desmedido consumo de los recursos
naturales de este magnífico planeta, con el fin de intentar satisfacer la
excesiva voracidad de un ser humano que se siente como una nulidad; es que los
cabrones lobos con apariencia humana y evidente complejo napoleónico garantizan
que las ovejas del rebaño social consientan en que les trasquilen la lana o
salario, una generación tras otra.
Por si no se entendiera la anterior afirmación voy a
meter entre este párrafo y el siguiente, una ilustración que caricaturiza magistralmente
la degradante posición de esas blancas ovejas que, por sumisas, crédulas y
pendejas, rechazan visceralmente a las rebeldes, lúcidas y relevantes ovejas
negras. Las ovejas del rebaño social que aparentan ser personas tal vez no
puedan notarlo, por lo que aclaro que la siguiente imagen representa el sueño dorado de esos pobres hombres que
al dejarse vencer por la avaricia, se convirtieron en el lobo del hombre y no
añado más porque comprendo que estas mezquinas alimañas que sólo en dinero
piensan no poseen el entendimiento que se precisa para aceptar que en el
pecado, ya llevan la penitencia.
Insertando esta otra imagen a continuación, sé que
me voy a arriesgar a ganarme el menosprecio de todas esas chicas que, sin
importar lo achacosas y mustias que luzcan a pesar del exceso de silicona en el
cuerpo, intentan inútilmente rellenar el vacío existencial que no les deja
sentirse en paz con ellas mismas, cambiando el fruto del esclavismo asalariado
por toda clase de baratijas que lo único que pueden ofrecer es una euforia momentánea
que, inevitablemente, justificará el consiguiente hundimiento en un estado
depresivo. Si la lectora padeciera de ese trastorno que evidencia un estado de
desequilibrio mental al que denominan: consumismo
compulsivo, puedo recomendarle que pase un curso de risoterapia para que un día pueda dejar de tomarse tan en serio y
se le facilite lo de llegar a reírse de sí misma, otro de bailoterapia para que ese cuerpo que sufre de rigor mortis adquiera algo de soltura, si tuviera algún problema
con la apertura del chacra base o sexual puede probar con algún juguete sexual
de su preferencia ya sea humano o de los que se venden en las Sex-shop, y hasta
puedo rogarle para que vaya a un oculista que le indique ver la realidad con
los ojos en lugar de con el orificio anal, lo que no puedo aconsejarle de
ninguna manera es que pose sus pupilas sobre esta imagen porque me temo que, en
el desquiciado estado en el que se puede encontrar una mentalidad de simio
adoctrinado cobijada en una cabeza de chorlito, la lectora corra el riesgo de salirse de sus casillas y lo peor de
todo es que no va a poder contar con mi presencia para que la catarsis valga la
pena. Como consolador calmante puedo
asegurarle a la mona que no sabe que aunque se vista de seda, mona se queda,
que si su imagen coincidiera con la
de la siguiente estampa, tiene en la imagen del dobberman vestido de traje y
corbata que sale en una de las figuras anteriores, a su pareja perfecta. Y si acaso la frívola entidad henchida de
vanagloria hiciera alarde de tener al magistral Joshua ben José (canonizado
como Jesucristo), como su veintiúnico guía espiritual; entonces contemplar la
imagen será como tener una revelación de manera que mejor será que la aproveche
mire que en estos tiempos esa clase de milagros, no se dan todos los días.
No por creer con fe ciega en textos que se dicen
sagrados mientras que, por estar escritos en papel, han sido susceptibles de
ser manipulados por esos megalómanos que precisan de estar “por encima” de sus semejantes para intentar compensar el nefasto
complejo de inferioridad que sufren, es que puedo captar la importancia de la
advertencia que hiciera el maestro perfecto Jeshua ben José cuando le señalara
a quienes le escuchaban que: “No
den las cosas sagradas a los perros para que no se vuelvan contra ustedes. Y no
echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen”. Pero sucede que este artículo ha sido creado tanto para
ser considerado una irreverente blasfemia, como para ser tomado por una simple
señal que le indique al caminante que es mejor y mucho más conveniente
encaminarse por el camino correcto; en lugar de cometer la descomunal
equivocación de adoquinar, con sus dizque “buenas intenciones”, el camino que
le conduzca hacia su propio infierno. Por si este
artículo tiene la fortuna de caer en manos de alguien que no sea tan marrano
como para no reconocer el incalculable valor de una perla de sabiduría; voy a
insertar aquí una imagen que tal vez le sirva de inspiración para salirse del
chiquero donde dichas perlas son inevitablemente pisoteadas.
Considero que ni Dios…, puede quedar bien con esos
pobres despojos humanos que por no agradecer de corazón la VIDA que disfrutan
sin haber hecho absolutamente nada especial para merecerla y que no podrían
comprar por más billetes que la cicatería les haya permitido acumular; viven
hundidos en un estado de indigencia mental que ni los más ostentosos lujos
pueden ocultar. Así que mejor no hago el intento de tratar de ganarme el beneplácito
de tan desagradecida gentuza y me enfoco en esos lectores que están buscando una solución a
esa tan nefasta tendencia de tratar de conseguir, a toda costa, la aprobación
de unos chiflados que, para poder bailar una danza macabra al compás del
retintín que hace al caer una moneda de
cobre, forman el dúo víctima- verdugo.
Antes de cerrar este artículo con broche de oro, considero oportuno
advertirle al lector que no me caracterizo por ofrecer soluciones ficticias a
problemas reales y que, en lo que se refiere al problema de ignorar la existencia
de esa línea que separa a lo sublime de lo ridículo que tiene su génesis en desconocerse uno a sí mismo, me aseguro
de que la solución en verdad sea simple y eficaz antes de ponerla a disposición
del distinguido lector que no quiera dejar para el último minuto, el gozo que
se deriva de tener en cuenta la
posibilidad de sentirse plenamente satisfecho antes de que con el último
suspiro…, dicha oportunidad se tenga que darse por perdida.
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