Antes
de explayarme en el tema del que tratará este artículo, debo señalar que este
planeta está plagado de gente que necesita ser pastoreada por algún lobo
disfrazado con piel de macho cabrío y estos resignados borregos con humana
apariencia, al no usar la capacidad de pensar por sí mismas que posee cualquier
ser humano que no esté dispuesto a dejar de ser persona; con tal de obtener la
aprobación de alguien, al no saber lo que piensan tampoco pueden saber de qué
están hablando y muchísimo menos podrían animarse a caminar el trecho que va de
las palabras a los hechos. Y como cabe la posibilidad de que el contenido este
artículo; caiga en las extremidades delanteras de cualquier blandengue que
forme parte de la manada social pastoreada por cabrones lobos con apariencia
humana y malsanas intenciones, será mejor que advierta que para leer algo que
pueda dibujar con palabras la realidad de la que están alejados esos ilusos que
viven hundidos en sus puñetas mentales, es preciso hacer uso de la chispa de
claridad que cada ser humano que pisa la faz de la Tierra; posee en su corazón.
Divino fulgor que, como los rayos del sol en cada nuevo amanecer, posee el
atributo de expulsar esas sombrías inclinaciones que envilecen al ser humano más
conocidas por miserias humanas.
Ahora,
si algún ignorante que, en su fugaz paso por este planeta, prefiriera actuar
como un mendigo que lleva consigo un invaluable tesoro del que no hace uso por
anteponer la bolsa a la vida, se atreviese a leerlo; sepa que la
responsabilidad por herir sus susceptibilidades recaerá sobre él o ella
simplemente porque sobre aviso, no hay engaño. Como me consta que el
entendimiento en aquellos que se han hecho expertos en complicarse la
existencia, oscila entre lo nulo y lo vacío sobre todo cuando de ponerse al
servicio de la sencillez se trata; insisto en señalarle al lector que este
artículo no versa sobre esos tantos y tan variados temas en lo que cualquier
persona puede profundizar sin por ello, obtener algo de consistencia en la
confianza que debería sentir en sí misma. Más bien trata sobre la vida, ese
invaluable regalo que nada hicimos para merecer y que sin embargo damos por
hecho, cuando no somos capaces de agradecerlo de corazón al menos hasta que ya
es demasiado tarde para que la gratitud, ese sublime sentimiento que se
demuestra más con hechos que con convencional parloteo, pueda hacer nido en el
pecho del moribundo que ha creído estar vivo simplemente por haber tenido uno y
otro aliento a su favor.
No
pretendo que un artículo que resalte que la única buena noticia que podemos
recibir es la de que estamos vivos, tenga alguna aceptación entre esos
mequetrefes con horchata en lugar de sangre en las venas que consideran
conveniente complicarse la existencia, y para colmo de males… suponen que la
vida es un insustancial suceso con un toque de amargura que hace que morir, sea
algo que valga la pena. Para este tipo de gente con una perspectiva tan ruin que
se atreve a juzgar la vida de tan miserable modo, dejo esta imagen que puede
servirles de espejo puesto que cuando el propósito de celebrar una existencia
que es fugaz e irrepetible se tergiversa, es normal que se use la abertura
bucal para evacuar la disentería cerebral que a manera de información banal se
encuentra contenida en la cavidad craneana y para expulsar los pedos
existenciales que comúnmente se acumulan, en quienes no poseen la suficiente
lucidez como para poder distinguir la abismal diferencia que existe entre
celebrar la vida y amargarse la existencia.
Por
si no bastara con verse reflejado en la imagen anterior me permito aclararle,
al lector que haya confundido su abertura bucal con el orificio anal que le
permite expulsar las sustancias de desecho a manera de materia fecal, que la
diferencia entre lo sublime y lo ridículo salta a la vista. Y por si aún no lo
ha notado, puedo declarar que es un placer señalarle que basta con haber
observado detenidamente a un descerebrado pendejo inflado de pestilentes
flatulencias, para que desde entonces uno posea la facultad de poder
detectarlo a simple vista, y a pesar de que el pobre pedorro hace hasta
lo indecible por disimular los
esfuerzos que hace para poder mantener una patética armonía entre un complejo
de inferioridad y unos delirios de grandeza que le permiten jugar a la vez el
papel de víctima y el de verdugo.
Si ha tenido uno esa posibilidad en esa
significativa etapa infantil, en la que simplemente observamos pero sin juzgar;
según los parámetros de una mentalidad socialmente adoctrinada, puede uno considerarse
doblemente afortunado puesto que en un mundo plagado de insatisfechos que
buscan la plenitud fuera de sí mismos, es imprescindible saber quién es quién antes de atreverse a
relacionarse con un desquiciado mental que sólo puede verlo a uno como si fuera
uno otro orate más o en el peor de los casos…. confundirle con el psicoanalista
que, por pendejo, no le cobra las consultas. Me temo que este comentario le
haya caído como electroshock con descargas de 440 voltios, al chiflado que se
haya identificado con la definición gráfica del “Caraéculo” por lo que es
menester que aproveche para insertarle una imagen que, de manera subliminal, le
indicará con certeza que para el farsante que se haya hecho experto en
engañarse a sí mismo tiene que resultar normal que la verdad… pique y
mortifique.
Llegado
a este párrafo, supongo que el lector haya notado que no es suficiente poseer
una abertura bucal y unas cuerdas vocales en perfecto estado para poder
expresarnos con propiedad o sea,
sabiendo exactamente de qué
estamos hablando. Y al respecto no me dejarán mentir esos demagogos discursos
de unos patrañeros que se deshacen en promesas cuyo cumplimiento; ponen en manos
de un futuro incierto para evitarse la molestia de consumarlas en un presente
inmediato. No me gusta poner en tela de juicio al opio que adormece a las
muchedumbres adoctrinadas para poder respirar el hedor que desprende la
ignorancia, porque sé que cada cual es responsable del tipo de estupefaciente que
consume y está documentado respecto a las consecuencias de la ingestión de
soporíferos; pero como esto es algo que se puede percibir simplemente echando
un vistazo a menos que sea uno como ese ciego que no quiere ver teniendo luz en
sus pupilas, me gustaría destacar que no es mucha la diferencia que existe
entre lo que hacen los charlatanes disfrazados con piel de macho cabruno que
sufren de complejo napoleónico y la labor que realizan esos predicadores que se
atribuyen la potestad de declararse intermediarios entre una criatura divina y
SU divino creador, mientras que son incapaces de predicar poniéndose como
ejemplo a ellos mismos sobre todo en eso de amar a Dios por sobre todas las
cosas de este mundo, incluyendo en esas “cosas” al capital que no procede
precisamente del reino de los cielos.
Resulta que son muy pocos los que en este planeta conocen, en verdad, la
diferencia que existe entre lo que se puede conseguir con dinero y lo que, por
su autentico e incalculable valor, no se puede obtener ni con todo el oro del
mundo, por eso es preciso que inserte aquí una imagen que expresa dicha
diferencia de una manera tan categórica, que habría que ser pendejo para
pasarla por alto.
De
esos propagadores de ideas sublimes que supuestamente resultan irrealizables,
al menos durante esta existencia terrenal y mientras que se sienta uno culpable
hasta de los pecados jamás cometidos, un maestro que sí sabía de lo que estaba
hablando por ser capaz de revelar la verdad desde su mismísimo corazón, expresó
públicamente:
“Así
pues hagan ustedes con los demás, lo que quieran que los demás hagan con
ustedes. Y cuídense de esos mentirosos que pretenden hablar de parte de Dios.
Vienen a ustedes disfrazados de ovejas pero por dentro, son lobos feroces.
Ustedes los pueden reconocer por sus acciones pues no se cosechan uvas de las
espinas ni higos de los cardos. De modo que ustedes los reconocerán, por sus
frutos”.
Me
consta que existen cristianos que todavía no captan cuán significativa es esta advertencia,
para poder comprender el motivo que hace más de dos mil años impulsara a unos
fanáticos a ejecutar a un Ser que, incluso en una Era en la que imperaba el
oscurantismo, la engañifa y la prepotencia de unos maniáticos con complejo
napoleónico, fuera capaz de trascender su condición humana al ponerse en
contacto con su naturaleza divina. De modos que a esos “engañados” que defienden con malsana intransigencia, unas
creencias que tienen que ser inculcadas y que desestiman el valor de un
conocimiento que se reside en el corazón de cada individuo de la raza Homo
sapiens; me gustaría dejarles esta imagen que trata sobre el predicar sin dar
el ejemplo y con ella, una invitación para que quienes no comprendan de lo que se está hablando aquí, hagan uso
de un potencial que hace del ser humano una criatura regia, divina y
maravillosa que como tal, puede situarse por encima del lodazal donde pululan esas
miserias humanas que sólo sirven para emponzoñar el alma.
Si no
sufre el lector de algún tipo de anomalía que le impida mantener la coherencia
entre lo que piensa, lo que dice, lo que hace y lo que ES;
entonces le será fácil sospechar el verdadero motivo de que este artículo pueda
ser visceralmente rechazado por esas personas que con cada uno de sus actos;
dejan demostrado que no guardan coordinación alguna entre los antes mencionados
procesos que, dicho sea de paso, son comunes en cualquier Ser de naturaleza
divina que transite por la eternidad fugazmente ataviado, con una humana
apariencia. Sucede que de lo que se habla aquí, no es acerca de esas delirantes
fantasías que alucinan esos desdichados orates que, al no estar en pleno uso de
sus facultades mentales, se encuentran tan alejados de la realidad que cuando
esta se les aparece de pronto en lugar de poder simplemente abrazarla, lo que
sucede es que se dan un encontronazo que puede que les sirva tanto para dejar
de hacerse pendejos de una buena vez; como para aferrarse aún más a esa
enfermedad que amenaza con convertirse en pandemia y que podría ser
científicamente nominada como: pendejitis aguda. Aquí se está opinando sobre lo
que resalta a la vista y de paso poniéndose de relieve que la clasificación de
los seres humanos socialmente adoctrinados en: sumisas bestias de rebaño ovino y prepotentes alimañas con delirios de grandeza; no sólo es algo de
por sí inadmisible sino que es una aberración que cualquier ser humano que
albergue algo de integridad en su interior debería denunciar, donde quiera que
su humanidad haga acto de presencia.
Y
para respaldar esta afirmación con un hecho, voy a dejar aquí una imagen que
revela una abominable circunstancia con la que no me conformo ni me conformaría
jamás y en la que afortunadamente no tengo participación alguna; ya sea jugando
el papel de víctima o el de verdugo. Sé que la misma va a herir la
susceptibilidad de quien sea que considere normal y como la mera consecuencia
de la aplicación de un divino decreto, a un alienado sistema que glorifica la
explotación del hombre por el hombre y valoriza a un ser humano por lo que
tiene y no por lo que realmente ES, pero como no estoy especialmente interesada
en relacionarme, en modo alguno, con seres irracionales con apariencia humana que se crean inferiores o superiores a otros
seres vivos que habitan sobre la superficie terrestre, bien puedo correr ese
riesgo al publicarla.
Mientras
que los idealistas, esos puñeteros mentalistas que entre todas las pendejadas
que clasifican como dogmas irrefutables; está la de pretender que se puede
lograr un mundo en paz mediante la práctica periódica del exterminio masivo de
valiosas vidas humanas, se esfuerzan por masticar y digerir el mensaje de la
imagen anterior, aprovecho para proponer que le paremos a eso de menospreciar a
un logro obtenido por la raza humana y que nos diferencia del resto de los
seres vivos que pertenecen al reino animal, tratando de usar el lenguaje, tanto
oral como escrito, para expresar ideas que podamos respaldar con hechos
concretos y antes de expresarlas, que nos detengamos a pensar para determinar
con precisión si dichas ideas pueden marcar la diferencia entre lo
trascendental y lo intrascendente. En caso de que al lector le interese dicha
propuesta es un placer felicitarle ya que lo que más abunda en este planeta,
son sujetos que se muestran encantados con la idea de hablar sin saber del tema que están hablando más que lo que han
podido captar, con el uso del 3% de una red neuronal de cuya existencia y
potencial ni siquiera se dan por enterados.
Sucede
que cuando no sabemos de qué estamos
hablando, cometemos errores tales como el de exigirle a un hijo, a un
pariente, a un amigo, a un amante o en el peor de los casos, a un progenitor; que
se ocupe de llenar unas expectativas de las que no son responsables ni el hijo,
ni el pariente, ni el amigo, ni el amante ni el progenitor que según el equivocado, naciera en este mundo con
el único propósito de complacer los designios de un pendejo que ni cuenta puede
darse de que no es el astro rey alrededor del cual giran los planetas y mucho
menos el ombligo del universo. Por eso no de extrañar que nos encontremos con
progenitores que, incluso siendo expertos en amargarse la vida y
obstaculizársela a otros, definitivamente no saben de qué están hablando, cuando se la pasan exigiéndoles a sus hijos
el que estos sigan sus vacilantes y ridículos pasitos marraneros. Para estos
progenitores que exigen a sus hijos que se conviertan en unos infelices
mequetrefes que en lugar de ser auténticamente dichosos, tengan que hacer
alarde de haber cometido el disparate de IMITAR un ejemplo tan nefasto y
despreciable por demás, tengo una imagen que tal vez pueda servir para que
reflexionen y así, antes de que sea demasiado tarde puedan dejar de confundir a
una divina criatura que, en verdad, es hija de universo; con un chimpancé
amaestrado que tiene que bailar al ritmo que el organillero esperpento le
toque.
Por
más descabellado que parezca, también se ha hecho muy común ver a un neurasténico
amante cuya confianza en sí mismo se puede poner en tela de juicio y que
resulta obvio que no sabe de qué está
hablando, cuando se atreve a exigirle a su “adorado tormento” una
obediencia muy similar a la que se espera de una mascota mientras que el
exigente lunático, demanda que se le respete el derecho a hacer lo que le dé su
reverecunda gana. No creo que se desconozca la existencia de esas supuestas
amistades que, ofreciendo lo peor de sí mismas al ofrecer hipocresía en lugar
de la sinceridad que siempre favorece y si lastima… sería sólo al mequetrefe que
prefiere mentirse a sí mismo, exigen que el amigo o la amiga le ofrezcan
únicamente lo mejor de sí mismos. Cualquiera puede haber sufrido en carne
propia a esos inoportunos e impertinentes parientes que, a pesar de ser
partícipes de un sinnúmero de sucesos más propios de un manicomio que de un
entorno donde lo familiar no le reste crédito a lo tolerable, es obvio que no
saben de qué están hablando cuando se
toman la atribución de dar consejos tan absurdos como ellos mismos y encima de
eso, todavía pretenden que tales disparates sean seguidos al pie de la letra.
Como
no se le pueden pedir peras al olmo, considero que lo mejor que se puede hacer
con estos seres queridos es insinuarles que visiten a un psicoanalista capaz de
diagnosticarles, mediante la sencilla aplicación de un simple test mental, el
tipo de monomanía que padecen. En caso de que luego de dicha sugerencia el
desequilibrado mental le replique que el que está loco es Ud., entonces mejor
decídase a seguirle la corriente total que no será precisamente Ud., quien
tenga que estar poniendo en dudas
constantemente a algo tan imprescindible como la lucidez. Por si las
dudas… voy a insértales esta otra imagen.
No es
que crea que a algún pariente de los que todavía respiran en un cuerpo que hay
que abandonar tras el último suspiro; le queden ganas de saber sobre lo que opino acerca de los parientes
que no saben de qué están hablando,
cuando pretenden que uno haga lo que ellos dicen y no lo que ellos hacen pero
por si las moscas… voy a dejar aquí una imagen que explica magistralmente el verdadero
motivo de no sepamos de qué estamos
hablando, cuando pretendemos dirigir la vida del prójimo mientras que con
cada uno de nuestros actos, dejamos demostrado no poseer ni el más mínimo
control sobre nosotros mismos.
Como
dato curioso me complace dejar dicho, que según quienes han investigado acerca
del uso de una red neuronal cuyo potencial es infinito, el premio Nobel Albert
Einstein usaba únicamente un 10% de su red neuronal y el humano ordinario, para
tener una vida donde lo extraordinario resulta también irrealizable, se
conforma con emplear el 3% excepto en el
caso de quienes, sin haber nacido con algún tipo de retardo mental, actúan como
si les hubieran realizado una lobotomía parcial sin que ellos hayan dado un
consentimiento previo. Ahora ya no me queda más que rezarle al Omnipotente
poder que me permite sentirme viva cada instante que me regala, para que este
escrito, con la imagen que muestra a continuación, no caiga en manos de un
cabeza de chorlito que, para poder aparentar ser un ser humano en sus cabales, haya
considerado apropiado reducirse el cerebro al tamaño de un garbanzo relleno de
vanagloria que sólo le sirve para no quedarse comiendo hierba, cuando pasea por
un pastizal y, por no ver por donde camina, tropieza con una piedra.
Y por
último pero no por eso menos importante, es el caso de esos demagogos líderes de
manadas que, ignorando que la autoridad debe estar sustentada por la sabiduría
en lugar de estar apoyada en la prepotencia de un primate con delirios de
grandeza y olvidando que se debe predicar con el propio ejemplo, no saben de qué están hablando, cuando se
atreven a exigirle a las masas que le secundan que defiendan hasta con sus
propias vidas, la ejecución de las ideas de un lunático que en lugar de tener
sus posaderas achantadas sobre el cojín de una silla presidencial, debería
tenerlas colocadas sobre la acojinada superficie de una celda acolchonada.
Como
nunca falta el idiota capaz de negar lo que resulta evidente, ni el cobarde que no
se atreve a denunciar lo que salta a la vista, ni el pendejo demagogo que
ignora eso de que: se puede
engañar a toda la gente durante un tiempo, y a algunos todo el tiempo, pero no
se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, mejor pongo un ejemplo de este último caso y si se va a
formar… qué se forme pero concuerdo con Bertolt Brecht en que: “Cuando
la mentira comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la
verdad”.
Como advirtiera
un ser humano plenamente satisfecho que proclamara que SU reino no era de este
mundo, trato de no darle las cosas
sagradas a los perros para que no se vuelvan contra mí y evito, en la medida de
mis posibilidades, no echarle mis perlas a los cerdos no sea que las pisoteen
pero como resulta imposible que este artículo no caiga en las patas delanteras de
algún subyugado sabueso socialmente adoctrinado que aparente ser persona, o en
las pezuñas de un prepotente marrano con complejo de alcancía y manía de
grandeza, es menester que señale que a quienes no se sientan capaces de ser un fiel instrumento para que la verdad se
exprese sin tapujos de ningún tipo; no les queda ninguna otra opción más que la
de convertirse en insensibles e inexpresivas marionetas cuyos hilos manipula la
ignorancia.
Para
profundizar en dicha declaración que, dicho sea de paso, hago percatándome acerca
de qué estoy hablando y, a sabiendas
de que herirá la susceptibilidad del mamarracho que se sepa víctima del
autoengaño y que no quiera hacer absolutamente nada para dejar de serlo, me
dispongo a darle fin a este escrito con una imagen que, en el caso de que el
lector no haya caído en la esclavizante rutina de menospreciar la posibilidad
que tiene cualquier ser humano de expresar libre y espontáneamente lo que su
corazón desea revelar; puede servir para inspirarle a extraer de sí mismo una
grandeza que definitivamente no puede ponerse de manifiesto, en alguien que insista
en juzgar a la vida como una experiencia trivial que sólo le permite sobrellevar
la mediocre condición del que está obligado a mendigar la aprobación de otros,
porque no es capaz de aceptarse a sí mismo tal cual ES.
Y si fuera el lector de esos fantoches que prefieren
ser mediocres de por vida, antes que disponerse a hacer el esfuerzo que se
requiere para poder extraer de uno mismo su propia grandeza, y me refiero a una
grandeza que para brillar con luz propia no precisa de encaramarse en un
pedestal, entonces antes de insertar la imagen que pondrá fin a este artículo
le voy a presentar una recomendación hecha por William Shakespeare y confío en
que este famoso dramaturgo inglés, tenga más suerte con esos desentendidos que
no se entienden a sí mismos y a quienes no se les puede hacer entender ya sea
con muchas o con pocas palabras: “No temáis a la grandeza; algunos nacen
grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a
otros… la grandeza les queda grande”.
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