Espero
haber sido lo suficientemente explícita aún a costa de recibir la incomprensión
y rechazo de esa gente superficial y ficticia, que ordinariamente insiste en
ser políticamente correcta, mediocremente ilustrada y gravemente ignorante de
su verdadera naturaleza, más si quedara alguna duda respecto a la realidad que
he intentado describir en este documento
bastaría con que quien sea que haya desfilado sus pupilas por lo antes
escrito, se preguntara si realmente sabe QUIÉN ES más allá de lo que cree ser y
si en verdad es capaz de verse a sí mismo a través de sus propios ojos en lugar
de asimilar, sin cuestionársela, la opinión que otras personas han vertido
acerca de una personalidad que nada dice del que se encuentra más allá de las
apariencias.
El espectáculo que
muestran los habitantes de este planeta que se identifican con una nacionalidad
arbitraria por completo y
definitivamente impuesta por una jauría que como tal precisa de marcar el
territorio, y que se dejan manipular por una caterva de megalómanos que
insisten en convertir a la humanidad en un rebaño ovejuno al que poder esquilar
generación tras generación, constituye la prueba definitiva de que resulta
mucho más saludable para la autoestima y la innata sabiduría de un espíritu que
habita temporalmente en la carne, apegarse al conocimiento de esa ley universal
que advierte no hacerle a otro lo que a uno no le gustaría que le hicieran, que
tratar de obtener una instrucción académica que rebaja a conceptos los
extraordinarios valores innatos del Ser hasta el punto de expulsar la
excelencia para poder hacer de la mediocridad un modo de vida. Y al respecto,
no me dejarán mentir los tantos parientes, amigos y amantes con una autoestima
entre escasa y nula, que corrientemente dan de sí mismos lo peor o lo mínimo
indispensable para que el verdadero amigo, ese que disfruta tanto de su soledad
como de la compañía de sus semejantes, no les invite a meterse tan mezquino y
mugroso aprecio por donde mejor les quepa. Me consta que muchos de ellos ostentan,
colgado de la pared, un título universitario que demuestra la ineficacia del
sistema escolar actualmente imperante; para extraer del ser humano una
excelencia que como Ser innatamente posee.
Permítame, quien sea que se dé por aludido cuando se hace
mención de la mediocridad, la hipocresía, la mezquindad, la astucia, el interés
material o cualquier otra miseria humana que niega a la divinidad del Ser como
fundamento básico de su humanidad, destacar que en medio de ese deprimente
panorama que miles de millones de mentes esquizofrénicas y paranoicas puede
plasmar en este escenario llamado mundo, siguen brillando las luces de seres
humanos cuya transparencia resulta incuestionable y por demás…evidente. Esas
velas con humana apariencia cuyo único propósito al nacer en esta esquina
oscura del infinito universo, es ofrecer CLARIDAD a un mundo hundido durante
siglos en el más mugriento oscurantismo y expositor de la más espeluznante
barbarie, con el ejemplo que ofrecen al
caminar el trecho que va del dicho al hecho ponen de manifiesto la abismal
diferencia que existe entre maestro y pedagogo. No necesito nombrarlas por el
apelativo que sirvió o sirve para identificarlas porque para una llama cuya
naturaleza es resplandecer, el patronímico sale sobrando y es un hecho que las
librerías de este mundo están atiborradas de obras que transcriben las charlas
de seres LÚCIDOS que han sido y son sinceros amantes de la verdad sin que eso
haga la diferencia simplemente porque a una mente socialmente adoctrinada para
hacer del engaño un arte, no le es dada la profunda comprensión que reside en
un corazón sinceramente agradecido y plenamente satisfecho consigo mismo.
No es mi intención
tampoco referirme a lo que sus corazones abierta y soberanamente han expresado,
le guste a quien le guste y le pese al que vive de un disgusto en otro, porque
mi corazón está en sintonía con la claridad que los seres humanos CLAROS han
irradiado e irradian; pues para un ser intemporal el presente es todo lo que
existe, y por la gracia de un maestro vivo conocido bajo el título honorífico
de Maharaji y el calificativo de embajador de la paz, puedo darme el lujo de
citarme a mí misma. En esto tiene mucho que ver la insistencia de una maestra
que por fortuna fue mucho más que una figura materna, en que en lugar de
chispear de vez en vez a manera de cirio pascual me dedicara a brillar con luz
propia, cual hace una simple vela cuyo propósito es derramar claridad donde sea
que se ponga.
Quienes están más
interesados en impresionar a otros que en conocerse a sí mismos y que en lugar de
aceptarse como un dechado de virtudes; prefieren actuar como unos ridículos
mamarrachos con una autoestima calidad escupitajo de tuberculoso y una falsedad
que envidiaría el mismísimo caimán de Disneyworld, al leer este artículo no
podrán hacer otra cosa que creer que esa es también la retorcida intención que
este alberga pero siento mucho tener que defraudarlos al advertirles, ya sea
que lo crean o no, que no estoy interesada en lo absoluto en captar la atención
de quienes ignoran quiénes son, pretenden saber quién es quién y para colmo de males…se resignan a recibir el
último aliento sintiéndose insatisfechos consigo mismos debido a los ruines
pensamientos, torpes palabras y mezquinos actos que exhibieron descaradamente; mientras que se arrastraban por una vida que
fueron incapaces de agradecer al aquilatarla en su justa medida. Mi propósito
al expresar francamente lo que solamente un hipócrita carnero del rebaño social
o el pastor que le mangonea no podrían admitir ni en sueños, es alertar a las
nuevas generaciones que se supone no se degraden a imitar los pésimos ejemplos
que ofrecen las proles de ignorantes que ni siquiera intentan estar en paz
consigo mismos, respecto al peligro que supone cambiar la natural comprensión
de lo que es en sí mismo este viaje terrenal que transcurre entre nacimiento y espiración por la artificial mentalidad del androide que tiene, por la fuerza
de la automatización, que apegarse a un programa previamente diseñado para que
funcione de manera predecible y controlada.
No aspiro a que todo el que lea este artículo capte la
esencia del mensaje simplemente porque sé que no se le pueden pedir peras al
olmo y además, no tuve que llevar muchos días respirando sobre este planeta para
percibir que lo de la transparencia en este mundo que más parece manicomio
intergaláctico, no podía ser más que un lujo que sólo se pueden dar unos pocos,
esos llamados “raros” o catalogados de “irreverentes” porque a pesar de las
leyes que imperan en una abyecta y decadente sociedad de amos y esclavos, se
atreven a mantener una autoestima saludable y, a expresar una absoluta coherencia
entre palabras y actos. Tal actitud digna de admiración y elogio, contrasta patentemente
con la lástima que puede inspirar un tropel de ignorantes que confunde la dignidad
inherente a un ser humano, con una alfombrilla donde cualquier aberrado
esperpento con apariencia humana pueda limpiarse sus inmundas extremidades y
que, con absoluto desparpajo, presumen de desconocer completamente la
naturaleza de lo que simplemente ES y goza de una incuestionable existencia que
va más allá de las despreciables puñetas mentales del que no puede ni tan
siquiera pensar por sí mismo.
Quien sea que
sienta heridas sus susceptibilidades al leer lo antes escrito, no debería
culparme a mí por identificarse como un elemento más de los que pertenecen a la
manada de ineptos que viven de las apariencias, pues es muy su asunto usar o no
la chispa de claridad que traía al nacer para tomar decisiones más claras y
sobre todo más provechosas para sí mismo. Me consta que todo lo aquí expresado
se basa en la fidedigna observación de unas imparciales pupilas que me han
servido tanto para asomarme a las ventanas del alma y poder ver lo que resulta
obvio, como para constatar que en este mundo tan arbitrario y efímero, hay algo
que permanece absolutamente inalterable que reside en el corazón de todos los
seres humanos.
Desde
aproximadamente unos doce años, he podido constatar mediante el contacto
directo y tratando de no vomitar ante la fetidez que emiten las miserias
humanas que un ser mezquino puede albergar dentro de sí, la vigencia de esa frase que se puede leer en
los evangelios cristianos y que un maestro perfecto expresara entre un
grupúsculo de idólatras que se autocalificaban de sinceros amantes de la
verdad, para poner de relieve la hipocresía del discípulo que exclama con
apasionado frenesí: ¡Maestro! ¡Maestro!,
en lo que el torrente de sabiduría que brota fresco y espontáneo de un sincero
instrumento de la Verdad que dicho sea de paso, DEBE SER DICHA Y DICHOSAMENTE
EXPRESADA, les entra por un conducto auditivo y le sale por el otro sin poder
satisfacer la sed de un alma que clama al cielo por su auténtica realización.
No creo que peque
de impertinente cuando llamo a cada cosa por su nombre porque fue precisamente
en este mundo y por la gracia de un maestro vivo que, me consta, absolutamente
nada tiene que ver con un pedagogo mediocremente instruido… donde aprendí por
propia experiencia la diferencia que existe entre fragancia y hedor así que
para hacer aún más notoria la diferencia entre el mundo del conocimiento y el
mundo de los ilusos que se engañan a sí mismos estúpida e insistentemente con
el fin de morir de desengaños le llamaré Dormimundo, a ese lóbrego submundo
donde pululan unas sombrías entidades que creen conservar algo de claridad en
sus grises existencias y para colmo de males considerándose verdaderos amantes
de la verdad se dedican nefasta y afanosamente a apagar velas que con el
corazón, anhelan dar de sus luces al mundo porque, al igual que esa caterva de
alimañas que condenara a la crucifixión a un maestro perfecto hace apenas un
par de siglos, se creen con la potestad para servir como intermediarios entre
un ser divino y el más caro anhelo de su propio corazón que no puede ser otro
que el de: CONOCERSE A SÍ MISMO.
Como este artículo
será publicado en Facebook, donde cuento virtualmente con la aparente amistad
de algunos aparentes amantes de la verdad que tratan inútil y
desconsideradamente de engañar al DADOR del regalo; mientras que en lugar del
autoconocimiento lo que practican es el autoengaño supongo que para llegar a
ser unos expertos farsantes, aprovecho para advertirles a quienes practican la
INCONSCIENCIA y encima de cometer tan craso disparate, pretenden servir de
modelos de impecabilidad, que resulta de una hipocresía verdaderamente
repugnante ponerse a exclamar cuando a él se hace referencia: ¡Maestro!
¡Maestro!, mientras que cuando el maestro les invita a brillar con luz propia
lo único que pueden hacer al respecto; es cubrir a esa innata chispa de claridad
a la que el maestro hace referencia cuando menciona la perfección, con el
ceniciento, opaco y pueril manto de la falsa modestia. No es de extrañar que
las Fb expresiones de estas sombrías entidades que se creen iluminadas…sean las
típicas de una berenjena ambulante que tiene a la madurez en un muy bajo
concepto y a la autoestima en un deplorable estado. Si el escaso entendimiento
de alguna de estas abominaciones que habitan en Premilandia y que, por sus insípidos,
desagradables y putrefactos frutos, dejan demostrado que precisan con urgencia
recibir el auxilio de un terapeuta o psicoanalista más que de aceptar el lujo
que confiere el gozar de la gracia de un sincero ser humano plenamente
satisfecho, fuera capaz de captar la diferencia entre maestro y pedagogo al
distinguir que el primero hace maestros y el segundo promueve a los
mequetrefes, entonces este artículo habrá cumplido con el propósito por el cual
fue traducido en palabras.
Y si acaso la
infinita estupidez del pusilánime que haya expulsado de sí mismo un
conocimiento que le haría consciente de su propia grandeza, me hace la
distinción de pretender ofenderme con alguna que otra rebuznancia que tenga a
bien intentar expresar muy borricamente, le invito a hacer catarsis con entera
libertad. No le aseguro lo de sentirme ofendida con los sonidos guturales de un
orangután con complejo de líder de manada o los estridentes chillidos de alguna
Chita que me confunda con Tarzán pero al menos… le servirá para bajarle algo el
tono amarillento bilioso del que envidia, irremediable, al afortunado que GOZA celebrando
la existencia y su cualidad de transitoria en este submundo donde se ha
legalizado el hurto, la trampa, el engaño y toda clase de falacia, mientras que
otros, los desgraciados, SUFREN simplemente por elegir creer que la vida no es
más que un penoso arrastrarse mendigando el aprecio que uno, es incapaz de
ofrecerse a sí mismo.
Supongo que estas
susodichas entidades que están obligadas a dar de lo que llevan por dentro, no
tomen como una descortesía el que responda la grosera cachetada con guante
blanco porque noblesse obligue,
sugiriéndoles que visiten la página web: www.wopg.org , donde podrán
encontrarse con la posibilidad de ver la vida que ahora despilfarran
inconscientemente o sea SIN SABER LO QUE HACEN, desde una perspectiva más
elevada que la de un protozoario y quizás hasta se puedan permitir reconocer
que se les ha dado una vida, que nada hicieron ni hacen para merecer, no para
que se consideren unos abortos de la naturaleza que nacieron sin propósito
alguno sino para que confirmen que un ser humano, donde sea que nazca y
cualesquiera sean sus apellidos y ya sea que fuera arrullado en cuna de oro o
en un pesebre, no puede ser ni más ni menos que: regio, divino y maravilloso.
Simplemente porque esas son las cualidades de esa infinita conciencia de la que
TODOS formamos parte pero esto, que resulta tan obvio en un maestro que entre
natalicio y fin de la historia se dedica por entero a dar de su luz a quienes
se han apagado al punto de asemejarse a muertos vivientes o zombis, es algo que
no puede reducirse a un mero entendimiento intelectual sino que hay que
probarlo en uno mismo para que se haga real porque, como expresara ese maestro
perfecto que fuera reducido a un fetiche religioso por una caterva de idólatras
que no confían ni en ellos mismos: “al
árbol se le reconoce por sus frutos”.
Si te pareciera
útil este artículo para zarandear a esos dormidos gerentes de Dormimundo que
creen estar despiertos, mientras que se babean y bostezan de aburrimiento
esperando la visita del último aliento; puedes compartirlo con entera
confianza. Te advierto que recibirás el rechazo de quienes sean víctimas del
autoengaño, mendigos de la ajena aprobación y partidarios de los
convencionalismos sociales pero ¿quién quiere ser aceptado por esa gentuza que ordinariamente
se subestima a sí misma y por ende, sólo puede dar de las miserias que llevan
por dentro? Recuerda que a entidades de esa calaña se dirigió un maestro vivo
cuando expresara: “¿Por qué me llamáis:
¡Maestro!, ¡Maestro!, y en cambio no hacéis
lo que os digo?”. Al menos para mí esos hipócritas fanatizados que se hacen
expertos en desgraciarse la vida: APESTAN y es así; gracias a que ahora sé, no
por las enseñanzas de los pedagogos que inculcan exánimes conceptos sino por la
gracia de un maestro vivo, la abismal diferencia que existe entre el perfume de
Dios y el tufo de todo lo que huele a miseria humana.
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