Antes de que se malinterprete el
título de este artículo y se tome como un cuestionamiento del que posiblemente
no conozca la respuesta, aclaro que la pregunta va dirigida a esos muertos vivientes o automatizados mentecatos que se resignan a ser integrantes de un rebaño social
dirigido por lobos que cuando hacen las leyes… garantizan que la trampa y el
engaño prevalezcan muy por encima de la posibilidad que tiene cada ser humano
que esté respirando sobre la faz de la Tierra, de ser un individuo honesto cuya alma no valga
tan poco como para ser susceptible de ser vendida al mejor postor y al más
soberbio impostor. Y para no dejarle a la duda ni el más mínimo margen me
complace explayarme al insistir que dicho cuestionamiento, es de la debida incumbencia
de esos inconscientes mamarrachos que tan pronto hacen alarde de ser fieles
devotos de un verdadero maestro, como ofrecen muestras de ser unos farsantes
capaces de traicionar al maestro negándole no una, ni dos, ni tres sino miles
de veces y, en el colmo de la desfachatez, tienen la pretensión de rebajar a un
Ser humano de incalculable dimensión a la categoría de fetiche religioso o peor
aún, de psicoanalista que no cobra honorarios porque, según un demente, trata inútilmente
de ayudar a unos orates aún sabiendo que estos… se sienten muy a gusto con su
desequilibrio mental por la sencilla razón de que se han adaptado a caminar en
esas penumbras donde la entrada de un rayo de claridad, en lugar de facilitar
la visibilidad, lo empeoraría todo.
Sigo sin confiar en la claridad de
entendimiento de esos embaucadores que hacen gala de una fidelidad que están
dispuestos a traicionar más de 70 veces 7, simplemente predicando más sin dar
el mejor ejemplo de que pueden respaldar sus chácharas con hechos que no
precisen de palabras para que sean EFECTIVOS, en lo de marcar la diferencia
entre sinceridad e hipocresía, entre amor e interés, entre el Ser y el
aparentar. Y como coincido con este magistral ser humano que me ofreciera, sin
condición alguna y sin haberme visto ni una sola vez en esta vida, la
posibilidad de abrirme a la ocasión de ponerme en contacto con un sentimiento
de plenitud mientras que un aliento me lo inspirara; en que la bondad cuando es
verdadera no precisa de montar un espectáculo para poder brillar con luz
propia, luego de colocar una imagen que describe lo que trato de explicar con
palabras, pondré al lector en contacto con una cita cuya revelación obviamente
no pueden captar quienes han reducido su original entendimiento, a la despreciable
perspectiva de una mentalidad de mosquito Aedes
aegipty que en lo único que puede estar enfocada es en chuparle la vida a
alguien y encima de eso, trasmitirle la fiebre amarilla que a nivel emocional
se puede traducir en envidia de la más biliosa.
“Es necesario que la BONDAD que empleamos en
otros sea también hacia nosotros mismos. Hemos aprendido que la benevolencia
deberíamos emplearla para con los demás, y es necesario que esa bondad sea
también para nosotros mismos. Puede ser que nadie os lo diga pero necesitamos
reservar una parte de esa BENEVOLENCIA para nosotros mismos. Sé bondadoso,
actúa desde la bondad que hay en ti. Que haya BONDAD por dentro y por fuera
porque sé que hay mucha gente que monta un espectáculo para DEMOSTRAR su
bondad, pero tiene un cierto HEDOR…Es FALSA. Cuando existe la bondad interior y
la bondad que se MANIFIESTA, no hay FALSEDAD”. Prem Rawat
Ya que esos peleles que confían
ciegamente en que la razón está en la mayoría son muy dados a creer, con una
obcecación que raya en el fanatismo, que tratar de subsistir con un estado
mental en franco desequilibrio es vida; emplearé este escrito para tratar de
sacarles de tan craso error pues así
como cada quien pregona acerca de cómo le fuera en la Feria, también es cierto
que existe una diferencia entre quien camina por la Feria como si estuviera
perdido y quien se dedica a disfrutarla pero marcando la diferencia entre realidad y ensueño. No saben los que
se sienten más perdidos que una vaca en un centro comercial que este mundo,
dada la tendencia de sus habitantes a vanagloriarse de estar vivos mientras que
todo lo que hacen es respirar en sonambúlico estado, ha sido señalado por
quienes han preferido estar conscientes o despiertos como una Feria donde se exhiben esas miserias
que pululan en un ser humano que, en un trance instigado por la infinita
estupidez, consiente en agraviarse a sí mismo reduciendo su divina naturaleza a
la deplorable condición de un condenado esperpento o aborto de la naturaleza
que tendrá que poner en duda que pueda servirle de expresión a lo divino al poner
en tela de juicio el que lo sublime, consienta en residir en su mismísimo
corazón. Por si esa fuese la situación en la que el lector se encuentra en este
mismo instante, voy a imprimir una imagen que tal vez le recuerde que en lo
profundo de su Ser y muy aparte de sus creencias culturales, políticas y
religiosas brilla una luz cuyo único propósito, es proveer de claridad a un
mundo hundido en el oscurantismo y la superchería.
Y es de esperar que en dicha Feria
se exhiban esos fenómenos que cuando fueron al campo un día… cometieron el descomunal
disparate de cambiar, por un desmedido interés en lo que el dinero puede
comprar, el amor que hacia sí mismos naturalmente debían sentir. Quienes
resultaron perdedores en la batalla contra la vanagloria, generalmente no
poseen la humildad que se precisa para reconocer un error como paso previo; a
no volver a cometerlo y sólo por eso les voy a insertar una imagen que explica
mejor y con pocas palabras, tal como le gusta a los lacónicos que aprecian a la
inexpresividad por sobre todas las cosas, en qué consiste la aberración en la
que caen quienes tienen ojos pero con una mirada tan impasible como la de un
difunto simplemente porque el alma, que el desalmado pretende poner a la venta,
no se siente con verdaderos deseos de asomarse en sus ventanas, total… para lo
que tendría que ver.
Me consta, por haber compartido y
derrochado una parte de mi precioso tiempo con ellas, que existen personas que
hacen alarde o presumen de una sabiduría que dan muestras de carecer cuando
entre lo que se puede conseguir con dinero y lo que no se puede obtener ni con
todo el oro de este mundo, eligen apostarle a lo primero. Y cada vez que
tropiezo con semejantes seborucos, nada más porque sé que en el fondo de ellos
late un corazón que anhela danzar con la claridad de la que esta colmado y, a
pesar de saber que no me tomarán en cuenta a mí y muchísimo menos a lo que mi
corazón intenta declarar, se apodera de mí una tendencia a zarandearles porque, para decirlo más
claramente, hay que estar hundido en esa semiinconsciencia o vacilante inconsciencia
del que sueña que está despierto mientras que en realidad está roncando y
babeándose, para que entre esas dos posibilidades: la de sentirse uno vivo y
sentirse uno como berenjena ambulante; uno sea tan megaestúpido como para
elegir la que le convertirá finalmente en un perdedor porque para nadie es un
misterio que todo lo que en este mundo supone ser una ganancia; será
considerado como una irremediable pérdida tras el último suspiro. Un ser humano
plenamente satisfecho cuyo magisterio tampoco entendieron los ignorantes porque
Él sí sabía, en verdad, que SU reino no era de este mundo, comprendía esto
perfectamente y fue por eso que nos dejó por herencia esta sencilla
advertencia: “No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y
las cosas se echan a perder y donde los ladrones entran a robar. Más bien
amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye, ni las cosas se
echan a perder, ni los ladrones pueden entrar. Pues donde estén tus riquezas;
allí estará también tu corazón”.
Por si los que tienen oídos no
oyen, y los que tienen ojos no ven, y los que quieren hacerse pendejos llegan a
convertirse en unos perfectos pendejos finalmente…, voy a insertar esta otra
imagen que resultará más explícita; sobre todos para esos tarados que no
advierten la diferencia entre pensar y sentir, y que, para colmo de males,
creen que la sabiduría se obtiene mediante la memorización de uno o varios textos
escritos en la antigüedad que como tales, son vulnerables de ser adulterados
por la mano de un hombre que lo sea solamente en la apariencia.
Quienes creen que es suficiente
con la comprensión intelectual de dicha advertencia, en ese pecado llevarán la
penitencia puesto que se condenarán a sí mismos a buscar desesperadamente a
alguien dispuesto a amarles como ellos de por sí, no pueden amarse a sí mismos.
Y como no pueden reconocer al amor en sí mismos, mucho menos podrán apreciarlo
en quien se atreva a amar a un cadáver que respira y, siendo así, se puede dar
el caso de que en el mismísimo Saint-Tropez, rodeado del lujo que no brilla con
luz propia y en medio de un ambiente
superficialmente festivo; exista un corazón suspirando por regresar a un
elegante pero modesto apartamento ubicado en una isla del Caribe, donde pudo
establecer un lánguido contacto con un corazón que todo lo que quería era
bailar al son del amor que, ciertamente, es el único al que los corazones
responden.
Y es por amor que me permito
destacar que quien pone a la codicia por encima de su propia y auténtica valía,
a pesar de que su mezquindad irá in
crescendo bien podría ver la respuestas a sus súplicas cuando finalmente
logre conseguir a alguien cuya honestidad no se tambalee y que esté dispuesto a
recibir un salario miserable, a cambio de ocuparse de la administración de
alguno de sus mugres negocios. Y semejante beneficio no será apreciado en su
justa medida simplemente porque quien ponga a la avaricia, como miseria humana;
en un pedestal, se verá forzado a despreciar la magnanimidad que caracteriza
naturalmente a un Ser regio, divino y maravilloso que, al apreciar los divinos
dones de los que ha sido dotado, no se preocupa por obtener esos aparentes
privilegios que tras el último aliento, serán considerados como categóricas
desventajas. Por lo cual el tal avaro finalmente, y dada su evidente estupidez,
con la persona que le servía con el mismo esmero que le hubiera gustado que a
sí misma le sirvieran, sentirá que ha perdido, como en cubano se expresa: güiro,
calabaza y miel. Voy a intentar con la imagen que ubico a continuación, que se
capte el significado de lo anteriormente planteado y se sepa desde cuándo se
puede venir gestando lo que se convertirá en desmedida ruindad. Y espero que a
quien le sirva el traje no se ponga a refunfuñar porque esté hecho… justo a su miserable
compostura.
Quiero destacar que el título de
este artículo no indica que ignore que únicamente en un estado de desequilibrio
mental, es que un ser humano sería capaz de cambiar amor por interés mercantil.
Más bien sugiere la necesidad de que nos detengamos, antes de que sea demasiado
tarde para preguntarnos a nosotros mismos qué
es lo que nos pasa por la cabeza, cuando determinamos trocar la dignidad de
la que todo ser humano está investido por una harapienta túnica con la que un
guiñapo humano que, aunque dé muestras de ignorarlo, está sentado encima de un
tesoro de incalculable valor; pretende abrigar su nefasta tendencia a envanecerse
a la par que se subestima a sí mismo.
En un planeta habitado en su
mayoría por entidades que se hacen expertas en mendigar la aprobación ajena y que
por ende, están dispuestas a pagar el elevado precio que cobran los elogios
inmerecidos, resulta admirable insistir en que sin una autoestima saludable, es
imposible que un ser humano pueda sentirse plenamente satisfecho y con
semejante sensación de carencia, es lógico que quienes se conocen a sí mismos
en un nivel tan superficial que más que tomarse en cuenta lo que hacen es
ignorar sus prioridades, sientan un perenne vacío que nada de este mundo
conseguirá llenar. Y lo peor es que lo saben pero chiflados al fin y al cabo,
continúan utilizando el mismo método mientras esperan obtener un resultado
diferente al que han obtenido de manera acostumbrada y que les ha hecho sentir,
cada vez más y más miserables. Dicen que nunca es tarde si la dicha está
llamando a tu puerta así que no estará de más colocar aquí una imagen que
constituye un llamado, a esa bendita esperanza que abriga cada corazón que late
en un cuerpo humano de poder manifestar tan plena confianza en su existencia,
que el amor le encuentre digno de arraigarse en él por el resto de su vida.
Pues sólo así será viable el que todo lo demás, se dé por añadidura.
Estoy segura de que cualquier ser
humano que se respete mínimamente a sí mismo, estará en desacuerdo con acabar
los días que le han sido dados para celebrar su existencia por todo lo alto,
como lo haría un androide que, siendo programado para tener una duración
delimitada por el tiempo, acabará convertido en inservible chatarra. Por eso a
riesgo de servir como objeto de mofa o de caer como patada al hígado, insisto
en que es esencial que, mientras que nos encontremos respirando en un cuerpo
físico sin haber hecho absolutamente nada para merecerlo, demos la prioridad
que se merece al propósito de establecer
un estrecho contacto con ese motor de combustión interna que nos aviva
constantemente, la natural disposición a sentirnos dichosos por encima de todas
las cosas de este mundo, a estar agradecidos por la posibilidad de existir
temporalmente en una vasija de barro, y a celebrar la existencia a pesar de las
zancadillas que las víctimas de su propio infortunio, interponen a manera de
envidia porque los envidiosos en su amargura, siempre están inclinados a sufrir
con lo que otro decide gozar. No le recomiendo a nadie que sea víctima de una
miseria tan difícil de esconder y tan deplorable como lo es la envidia, por eso
mismo voy a dejar una imagen que espero persuada al lector, si ese fuera el
caso, de permitir que semejante achaque se adueñe de un cuerpo que, dicho sea
de paso, luce infinitamente mejor colmado de paz que abrumado por el
desasosiego que proviene de no estar cómodo con uno mismo y por tanto, sentirse
insatisfecho y desagradecido con la propia existencia que se da como un regalo,
a través del toque mágico que cada aliento proporciona.
Por si estuviera leyendo esto
algún esperpento que sienta desprecio
hacia su mismísima autoestima aclaro que
la envidia, además de ser el veneno con el que los perdedores intentan
emponzoñar el alma del prójimo que no está dispuesto a vender su alma al mejor
postor, consiste en un sentimiento ruin que nace, crece y se reproduce en un
lodazal que se encuentra en el interior de un ser humano que ha consentido en
dejar de serlo… con tal de transformarse en un aborto de la naturaleza o sea,
en un despojo humano que pretende desnaturalizarse a sí mismo. Y como los
envidiosos con su biliosa y disimulada envidia dan muestra de que ignoran lo
que se perjudican a sí mismos, también tienen que desconocer que dicha toxina,
así como es de letal tanto en quienes la inoculan como en quienes ponen la
yugular para que se la administren, es
de inofensiva cuando se derrama sobre esos afortunados que no le envidian nada a nadie simplemente por ser felices con el sólo
hecho de estar vivos sin haber hecho absolutamente nada para merecerlo.
Únicamente dichos afortunados son los que saben que los envidiosos, no son
mezquinos y resabiosos porque crean que es civilizado el comportarse como un
bicho desagradecido y abusivo, lo son
porque en lugar de elegir aceptarse tal cual son, optaron por dejar de ser para
poder permitirles a otros que decidieran por él o por ella, cómo deberían ser
si querían llegar a ser alguien en sus vidas. Por lo que no es de extrañar que
estos, mientras que derrochan el regalo que cada aliento en sí mismo representa,
se dediquen a transformarse en meros roedores de alcantarilla, de almacenes
comerciales o de sacristía que tienen en común ignorar la diferencia entre lo
que el dinero puede conseguir y lo que no se puede obtener ni poseyendo todo el
oro de este mundo. Pero mejor inserto aquí una imagen que lo explique mejor
empleando tan sólo unas pocas palabras, para que el malentendedor que no entiende lo que le pasa ni se da cuenta de que
resulta imposible ser dichoso mientras que uno se sienta miserable, no tenga
que sufrir un derrame cerebral al tratar inútilmente de captar su significado
ni se irrite al ponerse el chaleco por
estar confeccionado a la justa medida de la vanagloria de su propia rectitud.
Para evitar en lo posible que el
lector caiga en el craso error de dejar de ser, para que unos seres patéticos y
anodinos le den cabida en sus hediondos entornos familiares; voy a dejar aquí
un dibujo en memoria de un ser querido que prefirió ahogarse en su propia
bilis, antes que simplemente aceptar el sincero aprecio de un afortunado ser
humano que como tal; aún se puede dar el lujo de estimarle tal cual ella es y,
sin esperar algo que sea digno de aprecio a cambio porque sabe que quien no se
ama a sí mismo, es como un pozo seco que no tiene la cualidad de saciar la sed
del sediento. Y ojalá que este simulacro de obra de arte que tuve la fortuna de
ver nacer de las mismísimas manos de su autora, no tenga que pasar por la
distraída mirada de un mamarracho que tiene que aparentar que es un ser humano
porque para serlo, tendría que dejar de ser el hipócrita desequilibrado mental
que tiene a la sinceridad en un muy bajo concepto para volver a ser quien era,
es y será aún cuando la vasija de barro que le contiene; se vuelva a convertir
en polvo.
Como no sé absolutamente nada
sobre pintura antediluviana, desconozco el precio en el que el dibujo original
podría ser subastado pero el incalculable valor de esta imagen no radica
precisamente en su estilo que, dicho sea de paso, no voy a juzgar ahora porque
ya lo hice en el momento justo, sino en la cita que le acompaña porque esas
palabras escritas brotaron de un corazón que encarna a la sinceridad y por tanto, siente hacia la hipocresía un profundo
desprecio mismo que patentiza donde quiera que se plante e incluso exterioriza,
mientras permanece sentado frente a una caterva de idólatras que llevan años
cometiendo el craso disparate de despreciar la titánica labor que, desde que
era un niño, ha venido realizando; al confundir a un maestro perfecto con un
fetiche religioso o con una nana que no recibe honorarios por soportar las
inmadureces de unos infantes con aspecto de guacarnacos.
Aunque lo sepa tengo que insistir
en la pregunta que sirve de encabezamiento a este artículo porque, quienes se
desprecian a sí mismos al abrigar a la falsedad en sus mismísimas entrañas, se
caracterizan por creer que entienden algo sin entenderse primeramente a sí mismos
de manera que no pueden calcular el perjuicio que a sí mismos se hacen,
cuando simulan sentir afecto hacia
alguien al que preferirían ver hundido en el más mustio de los sufrimientos antes
que verle sonreír con una espontaneidad, que sólo puede brotar a raudales de un
corazón sinceramente agradecido con la vida misma. Y no es que estos pobres
pordioseros que, por no quererse a sí mismos, precisan de mendigar la
aprobación ajena; merezcan el incondicional apoyo de quienes están dispuestos a
jugar con todo… pero no con la plena satisfacción del más profundo anhelo de
sus propios corazones, lo que pasa es que una persona realmente dichosa se
vuelve naturalmente espléndida y eso hace que desee compartir lo que ha
comprendido en su Ser, con cualquiera que ignore que lo que le haga a otros se
lo estará haciendo a sí mismo.
Por eso es que no pueden llegar a
sentir la plena satisfacción y sienten un vacío insondable que les devora cual
agujero negro, esos pobres infelices que dejan de vivir sus propias vidas para
pretender intervenir en el control de las vidas ajenas. Me refiero a los
envidiosos hermanos que ponen en duda sus fraternales sentimientos, cuando se
dedican a sembrar obstáculos en una relación amorosa que un hermano establece
con su amante, a las hipócritas amistades que están dispuestas a sabotear la
vida de alguien que las acepta aún consciente de que son unos reptiles
venenosos, a los aberrados hijos que por haber llegado a este mundo a través de
ellos creen que pueden fiscalizar el uso que su progenitora da a sus genitales.
Tan sólo para que se vean a sí mismos tal cual aparecen ante la vista de una
persona que brille con luz propia y por consiguiente, lleve danzando en sus
pupilas a la claridad que permite verlo todo; es que voy a poner aquí la siguiente imagen y si se
sintiera el lector ofendido sepa al menos que esta, su servidora más no su
servilleta, no es culpable de que se haya decidido por ser creado a imagen y
semejanza de una chismosa sabandija que, en su retorcido infortunio, está
dispuesta a NO VIVIR NI DEJA VIVIR.
Afortunadamente no estoy
escribiendo todo esto para obtener el beneplácito de quienes prefieren vegetar
mientras derrochan un aliento tras otro, antes que vivir esta vida con la
pasión que caracteriza a un ser humano que lleve sangre caliente circulando por
sus venas en lugar de un licuado de horchata, de modos que no espero que algún “bueno-para-nada” lo considere algo
menos que un grave ultraje a una exagerada importancia personal que trata
inútilmente de encubrir, a un manifiesto complejo de inferioridad. Y que conste
que no es nada personal porque no dudo que lo provocativo o insultante de mi
mensaje, se extienda además entre esos seres queridos que no quieren a nadie
por no quererse a sí mismos y que con sus propias acciones, me enseñaron que cuando
la familia no cambia con uno es esa la inequívoca señal de que es preciso que
uno, se decida a cambiar de familia.
Y eso no quiere decir que a la gente
que se desprecie a sí misma, se le tenga que facilitar lo de hacerle caer a uno
tan bajo como para hacerle dar el mismo odio que el odioso se confiere a sí
mismo, no quiero que se interprete de esa manera; lo que quiere decir es que
uno se resuelve finalmente a dejar de tirarle perlas a unos verracos que no
reconocen el verdadero valor de la sabiduría y que, cuando alguien intenta
enseñarles a cantar como cualquier ser humano es capaz de hacerlo; en lugar de
agradecer por el intento, se irritan y le salpican con el lodo del chiquero en
el que las miserias humanas crecen, se multiplican y mueren. Como los cerdos
carecen del entendimiento que distingue al ser humano de un animal de pocilga
que camina a pasito marranero, mejor dejo aquí esta imagen para que el marrano
en cuestión, pueda verse reflejado.
Por si acaso este artículo cayera
en las manos equivocadas de algún desafortunado elemento que crea conocerme a
mí pero…sin haberse conocido a sí mismo previamente, concluyo este mensaje de
amor y paz (entre seres de buena voluntad capaces de poner sus buenas
voluntades al servicio de la excelencia); con una imagen que por no dejar nada
a la alocada imaginación de un decadente orate o de una melodramática
neurasténica; seguramente será de la complacencia de esos afortunados que en verdad conocen lo que les pasa a los que se
duermen en sus laureles porque saben que el conocerse uno a sí mismo, es algo más que la comprensión a nivel
intelectual de un simple axioma socrático, y herirá la susceptibilidad de esos
insensibles mamertos que, en la infinita estupidez que les caracteriza, creen
que pueden amar a alguien reduciendo la propia estima a la condición de un
mugre trapo que sólo sirve para limpiarse los mocos del que se sienta
desgraciado y luego; restregarlo en la cara del prójimo como muestra de una
solidaridad de la que el prójimo muy bien puede prescindir. Y ojalá que el
artículo con dicha imagen que lo cierra con broche de oro, tenga la fortuna de
caer en manos equivocadas porque eso tal vez resultaría contraproducente pero
lo de divertido… no se lo quitaría nadie. ¿A qué no?
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