Sólo
para poner el parche antes de que salga el forúnculo a escupir el pus acumulado
en su interior; en tono de protesta, aclaro que este artículo puede resultarle
indigesto a quien sea que haya estado dispuesto a amargarse la vida y por ende se
haya encontrado indispuesto o no disponible, para la posibilidad de celebrar la
existencia por dos significativas razones: la primera es por no haber hecho
absolutamente nada para merecerla y la segunda porque se puede acabar en el
instante menos esperado por un pobre pendejo, y más anhelado para el alma
DESPIERTA que sabe que la jaula, por más sofisticada que sea, sigue siendo un
lugar donde sólo se puede vivir en cautiverio. Una vez hecha la pertinente
aclaración, supongo que no se atreverá a leer lo que a continuación sigue
ningún hombre que, por serlo tan sólo en apariencia, se considere superior a
otro ser humano del género masculino o más privilegiado que un ser humano del
género femenino. Y mucho menos lo haga una mujer que, por serlo tan sólo
superficialmente, esté prácticamente convencida de que nació para ser sirvienta
de una bestia que, por saber aparentar que es un ser humano, sirve para ser su
representante ante una sociedad a la que no le importa ella, y muchísimo menos
la bestia acompañante.
Sucede
que me voy a referir aquí a ese fenómeno que la teledictadura exhibe ante los
telespectadores con el calificativo de telenovela, y que contribuye a la decadencia
de la inteligencia de un ser humano degradándole a la condición de un TARANOVELERO. Un taranovelero es,
independientemente de su género o preferencia sexual, una persona que, habiendo
nacido sin ninguna anomalía congénita, funciona como si fuera un TARADO que como tal… no tiene criterio
propio, no puede pensar por sí mismo, ni puede saber que para amar a otro ser
humano y ser merecedor de un amor que NO se parece ni remotamente al que las
telenovelas divulgan, tiene que comenzar por amarse a sí mismo. Para que no
queden dudas de lo que acabo de afirmar, basta con ponerse a observar
detenidamente la resignada actitud que toman los integrantes de un rebaño
social pastoreado por cabrones lobos disfrazados de machos cabríos y custodiado
por una jauría humana que algunos llaman “clase media”; ante las constantes guerras
fratricidas que favorecen los intereses de quienes se benefician con que el
hombre se convierta en el lobo del hombre, ante el suicido global al que el
consumismo está llevando a todo un planeta y ante el establecimiento de un
esclavismo asalariado institucional que garantiza que dichos carneros que son
humanos tan sólo aparentemente, sean trasquilados generación tras generación y
así…por los siglos de los siglos.
Y tal
vez el lector, si es de los pobrecillos que aún no se han ocupado de CONOCERSE
A SÍ MISMOS para dejar de comportarse mezquinamente hasta con ellos mismos, me
cuestione el motivo que me inspira a poner estas cartas sobre la mesa al
colocar en tela de juicio; la COBARDE compostura de los “buenos-para-nada” que integran
esa aglomeración confusa y apática que es más conocida por el calificativo de
MASA POPULAR. Por si ese fuese el caso, voy a aclararle su duda con una cita de
Martin Luther King que expresa: “Lo que más me preocupa no es el éxito de
los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin carácter, de
los sin ética, lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. Y
si dicha cita no fuera suficiente, le puedo informar al lector sobre un hijo al
que debo predicarle con el ejemplo, y luego esperar sentada a que, con la
siguiente imagen, pueda ubicarse el lector en tiempo y espacio porque estar “desubicado”, dicho sea de paso, es lo
que caracteriza tanto al que se hace pendejo como al que, con la práctica del
día a día, se ha hecho un experto en incurrir en una pendejada tras otra.
Una
vez ubicado el lector, podrá disfrutar de que haga hincapié en que un ser
humano como tal, mientras que se encuentre respirando en un cuerpo que se
convertirá en polvo, tiene la posibilidad de ser él mismo o ella misma
independientemente de la naturaleza de sus genitales y sin tomar en cuenta el
efecto que dicha tendencia a ser auténtico, pueda generar en unos mequetrefes
que por ignorar la diferencia que existe entre el SER y el aparentar,
desconocen que IMITAR es más propio de un antropoide que de un ser humano que
se respete a sí mismo. En caso de que el lector estuviera atrapado por una
enfermiza tendencia al melodrama que le prohíbe disfrutar plenamente del placer de estar vivo, le reitero que continuar con
la lectura de este artículo puede ser contraproducente, en el peor de los
casos, o favorable en el caso de que se
haya cuestionado, con la profundidad del que está realmente harto de tanta
superficialidad, si puede haber algo que vaya más allá del adoctrinamiento
social al que son sometidas, mediante el sistema escolar imperante y, con el
apoyo de unos progenitores mitad persona y mitad primate, casi todas las
divinas criaturas que nacen en una forma humana con la certeza de que pueden
salir de ella ya sea habiendo disfrutado plenamente de dicha experiencia, o con
la sensación de descontento del que reconoce, tras el último suspiro, que ha
respirado en vano en un cuerpo cuya mortalidad siempre estuvo 100% garantizada.
Debido
a que el desprecio de una persona con mentalidad de simio me resbala, y dado
que una entidad que aparente ser un
ser humano tiene la posibilidad de serlo
más allá de las apariencias, con la siguiente imagen me aseguraré de que el
lector capte la conveniencia o inconveniencia de que se deje atrapar por el
mensaje que este artículo trata de trasmitir. Y supongo que ya sepa lo que tiene
que hacer, en caso de que dicha imagen le pueda servir de espejo en el que
pueda verse reflejado/a, porque cuando el mono se irrita inmediatamente se le
dificulta aún más lo de vivir aparentando que es un ser humano.
Por
haber convivido con ellos simplemente porque nunca se me ha ocurrido sentirme
por debajo o por encima de cualquier otro ejemplar del género Homo sapiens, me consta que los telenoveleros son aquellos que se dejan
influenciar por el degenerado mensaje que trasmiten esas telenovelas en las que
los buenos manifiestan una bondad que colinda con la pendejez
absoluta y los malos exhiben una maldad que deja fehacientemente
(quitándole la “h”) demostrado que
hasta para ser malo, hace falta contar con la claridad que emana de una chispa
de inteligencia. Me gustaría destacar que lo degenerado del mensaje que las
TARANOVELAS trasmiten, no se basa precisamente en la escases de sesos de los
artistas que tienen que presumir de un talento que no pueden hacer patente, ni
en las exageradas o casi pornográficas muestras de afecto que suelen brindarse
los protagonistas sino en que en dichas telenovelas, se pone de manifiesto que
la diferencia de clases en una sociedad compuesta por seres humanos resulta
algo normal y para colmo de males…se relaciona al amor con un sentimiento capaz
de compensar la ausencia de confianza del que no puede amarse a sí mismo y por
consiguiente, tiene que basar su aparente dicha en el encuentro con alguien que
con semejante insuficiencia, se atreva a amarle hasta que la muerte le haga un
grandísimo favor. Y ya que hago mención de ese momento en el que la vanagloria
de un pendejo se desinfla, cual pedo que ha sido retenido más tiempo del
recomendable, voy a insertar esta imagen con una útil advertencia que tal vez
le sirva a alguien para quitarse de encima, una carga cuyo peso, además de
insoportable, le impide viajar por su vida ligerito de equipaje.
Teniendo
esto en cuenta, no es de extrañar que los espectadores de telenovelas o taranoveleros; de ordinario
protagonicen historias de las que no se sentirán muy orgullosos que digamos…
cuando tengan que enjuiciar sus actos a la luz de sus propias conciencias. Como
siempre me ha parecido que lo cursi no supera sino más bien ni le llega al
calcañal a lo que ordinariamente la realidad revela en vivo, en directo y a
todo color; puedo declarar que sin tener que convertirme en una adicta a la
FICCIÓN que se experimenta mediante el uso de las puñetas mentales, he visto a
hermanos unirse tan sólo para intervenir en la vida de un hermano que se ha
decidido a ser dichoso por encima de las habladurías de la gente amargada,
aborrecible y metiche, he sentido el hastío que resulta de compartir con
amistades que afirman serlo; a pesar de que ponen de relieve un comportamiento
tan autodestructivo como el de una célula cancerígena, he tenido que
enfrentarme con unos hijos que se creen con el derecho de fiscalizarle la vida
a su “querido” progenitor y también me las he visto “cara a cara” con gente tan
detestable como los villanos de telenovela que, a pesar de estar podridas en
dinero, actúan tan miserablemente como para suponer que un ser humano vale por
lo que tiene y no por lo que realmente ES más allá de su efímera apariencia.
El problema de los telenoveleros es que, como creen que la vida es una tragicomedia, en el peor de los casos, o
un melodrama, en la más patética de
las situaciones; no conciben la posibilidad de que la vida pueda ser una fiesta
en la que la existencia, puede darse el lujo de poner de manifiesto su infinito
potencial. Es por ello que a los telenoveleros
se les hace fácil creer que tienen
derecho a intervenir en las vidas ajenas con el objetivo de estropearlas tanto
o más, de lo que ellos tienen la propia. Y para nadie es un secreto el perjuicio
que le puede ocasionar a una relación, ya sea entre padres e hijos, amigos o
amantes, la insidiosa secreción que a manera de chisme, brete y chanchullo,
exudan esas desgraciadas entidades que dada su malsana inclinación a estar
metiendo las narices dónde no las llamado, son reconocidas como las alcahuetas,
intrigantes y entrometidas que son. Llegado a este punto y debido a la
tendencia a la novelería de esos tarados que hacen hasta lo
incalificable por aparentar lo que no son ni en sus sueños, me parece oportuno
insertar una imagen que le podrá gustar a cualquiera excepto en el caso de que
quien la observe, se identifique con un corresponsal de “Telechisme” o un locutor de “Radiobemba”.
Llegado
a este punto del artículo y, esperando que el taranovelero que haya puesto sus pupilas en él me disculpe por
desenmascararlo y si no me disculpa, ¡mejor!, lo lógico sería que dejara para
los taranoveleros unos pocos tips que
tal vez le podrían servir al lector digo… si fuese de esas insensibles personas
con una sensiblería que sobrepasa con creces a lo que se le conoce por cursi, para al menos ponerse a pensar en
la posibilidad de dejar de aferrarse a la taranovelería que, dicho sea de paso
y sin esperar que me disculpen los tarados
que manipulan los medios de difusión masiva, es un inmundo subproducto de una teledictadura orientada a hacer de una
criaturas divinas, unos miserables abortos de la naturaleza que se resignen a
ser víctimas de unos perniciosos lobos que, para poder mantener un poderío que
a la luz de la eternidad dura lo mismo que un merengue a las puertas de un
colegio, se disfrazan de machos cabríos o se exhiben como cabrones líderes de
manada.
Quien se haya rebajado su divino entendimiento al escaso poder de
discernimiento que puede poseer un orangután, por eso mismo no podrá captar la
descomunal diferencia que existe entre un líder
de manada que, con el
pretexto de dirigir a las generaciones nuevas, les enseña un cúmulo aislado y
absoluto de doctrinas, y les predica al oído, antes que la dulce plática del
amor, el evangelio bárbaro del odio y un faro de luz
que le sirva a la humanidad para salir de esa oscurantista Era en la que, para
poder vivir en santa paz, son
necesarias las “guerras santas”, por
lo que antes de proseguir me gustaría insertar aquí una imagen que sirva para
poner de relieve dicha DIFERENCIA.
Para
empezar debo advertirles a quienes cometen el megadisparate de sufrir con lo
que otro goza que la envidia, es una emoción malsana que acaba por perjudicar seriamente
al que le da abrigo en su pecho mientras que para el envidiado, suele ser un
afortunado adversario. Luego tengo que señalarles, a quienes toman a los
protagónicos de las taranovelas como
ejemplos de conducta dignos de tomar en cuenta, que cuando alguien se queja por
haber chocado con la CRUDA realidad es simplemente porque se trata de
un pobre pendejo que, por creer que puede conseguirse un permiso que le
autorice a ser un INCONSCIENTE de por vida, se ha acostumbrado a permanecer en
la celda acolchonada que han erigido sus puñetas mentales; ataviado con la
camisa de fuerza que le confeccionara la ignorancia para que nunca supiera lo
que hace ni tuviera la madurez que se necesita para poder responsabilizarse por
las deplorables consecuencias de cada uno de sus desvaríos.
Y por último me
complace poner a disposición de cada taranovelero
que tenga la fortuna de tener este artículo en sus manos, una imagen de sí
mismo/a que quizás pueda disuadirle de seguir tratando de aparentar que es un
ser humano, mientras que actúa una y otra vez como si fuera un antropoide
socialmente adoctrinado. No sin antes advertirle al taranovelero que haya llegado hasta aquí que la vanagloria de la
que se alimenta, por haberse amputado el sentido del gusto, no es ni más ni
menos que un pedo existencial que, al ser retenido por más tiempo del
prudencial en el interior de una vasija de barro, sólo sirve para inflar la
importancia personal de un idiota que lo único que puede atesorar en su cavidad
craneana es disentería cerebral. Y siendo así a un taranovelero… ¿quién podría tomarlo en serio?
Nunca
me parece suficiente cuando se trata de darle chucho a esos pobres
mequetrefes que, para poder comportarse como si fueran seres humanos, necesitan
guiarse por un “Manual de Buenas Maneras” o por algún “Libro Sagrado” en cuyos
textos se defecan cada vez que aconsejan a los demás que hagan lo que ellos
dicen pero no, lo que ellos hacen. Pero me parece que ya dejé claro que a los telenoveleros se les dificulta captar lo que resulta tan evidente que
para notarlo, ni siquiera es preciso hacer uso del lenguaje oral o escrito, por
lo que antes de buscarme más problemas de los que he tenido al trata de
“socializar” con ellos; me dispongo a ponerle punto final al tema que pone a
los TARANOVELEROS al descubierto no
sin antes insertarles una imagen que procura ponerle fin, de una vez por todas,
a ese mal que convierte a un ser humano con el potencial de sentirse plenamente
satisfecho, en un mamerto con horchata en las venas que no puede celebrar la
existencia por la sencilla razón de que, aunque aún respire, está más
familiarizado con la muerte que con la vida. Supongo que el taranovelero que crea que el propósito
de su efímera existencia en una forma humana sea limitarse a ser un aborto de
la naturaleza que con sus “buenas intenciones”; adoquine el camino hacia su
propia perdición, considere conveniente pasar por alto lo que dicha imagen sugiere
pero, por su propia conveniencia, le propongo que antes de cometer semejante barbaridad
consigo mismo se esfuerce por activar el potencial que posee para, antes de
hacer algo de lo que más tarde o más temprano tendrá que arrepentirse, ponerse
a pensarlo por un par de veces al menos.
Y
sepa el taranovelero que se sienta
honrado de serlo que si le brindo un remedio tan eficaz a su tan malsana
actitud, no es precisamente para que me honre con un aprecio que hacia sí mismo
no puede sentir ya que para mí sería un mayor honor que me echara en cara su
desprecio porque, cuando de un taranovelero
se trata, me pasa con él o con ella lo mismo que con las cucarachas y es que
mientras más lejos deseen estar de mí, mejor que mejor… Y al taranovelero que ya se sienta harto de
ser una víctima más de la teledictadura que
transforma a un ser humano en un TARADO le garantizo, que la imagen que cierra
con broche de oro este artículo, le puede servir como incentivo para inspirarle
a ser uno más de los tantos seres humanos plenamente satisfechos que marcan la
diferencia entre un apagado cirio pascual; que sólo de Pascua a San Juan se
enciende, y una vela prendida que es capaz de prender a varias velas que se
encuentren apagadas. Pues, en un mundo gobernado por el oscurantismo y la
superchería, es de esa manera que se hace la LUZ.